Pedro Castillo se atrinchera. Su acelerada pérdida de aliados corre en paralelo a la grave erosión de su legitimidad. Y como su peor escenario es la vacancia (ya que la renuncia aún no está en su horizonte de corto plazo), recurre a las “curules cautivas” a las que se refería días atrás Cerrón, y a las que Bermejo y su bancada hoy se suman solícitos luego del grosero traspié que fue Valer.
Preparado para la guerra, recurre entonces al inefable Aníbal Torres, construyendo una muralla de contención compuesta por sus aliados naturales, además de su círculo chotano y el ‘gabinete en la sombra’ con los que pretende no perder la silla.
Como antes he anotado acá, el presidente no ha hecho más que un ejercicio pleno de realismo político (en realidad, lo del gabinete de “ancha base” era una burla más al país, incluso soltando un par de nombres “moderados” mientras ganaba tiempo para cerrar el cuoteo entre Perú Libre, el grupo de Bermejo, sus profesores y los paisanos).
La guerra ya está planteada y la pelota está en cancha de la oposición congresal (la verdadera, no AP, ni SP, PP o incluso JPP, colectividades “convencidas” a base de clientelismo puro y duro). Pero lo cierto es que, de momento, los números no dan. Hoy día el Ejecutivo está más cerca de la investidura. Los 87 votos para la vacancia lucen bastante lejanos.
¿Qué caminos quedan para la mayoría de peruanos no expresada ni en Palacio ni en el Congreso? En la vía parlamentaria, alimentar acuerdos básicos que al menos permitan bloquear actos de corrupción y clientelismo en el Minsa y el MTC, a través de la censura de los ministros recientemente nombrados. Digo, para empezar; corresponde que sean los primeros, pero no los últimos. Es factible construir esas mayorías.
De más está decir que los medios de comunicación deben seguir cumpliendo su rol de fiscalización indesmayable.
Pero donde está el mayor reto es en la vigilancia, denuncia y movilización ciudadana a nivel nacional. Es hora de que colectivos, instituciones públicas, privadas, gremiales y académicas no se ahorren una sola palabra para denunciar y marchar en contra del latrocinio del que es objeto el Estado Peruano.
Para esto último, es clave que concurran dos elementos: lograr consensuar una estrategia y unidad de acción de todos los sectores democráticos, desterrando tanto el sectarismo político como el verbal, pero también evitando que “tomar la calle” sea un factor estricta o mayoritariamente limeño, puesto que es un activo con el que el Gobierno cuenta para menospreciarlo. No por algo Castillo se ha puesto a “disposición” de los Gobiernos Regionales.
Este Gobierno ya es una afrenta para el país. El Perú debe movilizarse.
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