"Romper con esos circuitos no es para nada una tarea sencilla, donde los incentivos para cruzar la línea son más atractivos que el temor de ser descubiertos". (Ilustración: Giovanni Tazza).
"Romper con esos circuitos no es para nada una tarea sencilla, donde los incentivos para cruzar la línea son más atractivos que el temor de ser descubiertos". (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Rodrigo Cruz

Sin ir muy lejos, uno ve casos como , , Orellana y Lava Jato y, salvando las distancias, puede concluir que el crimen organizado, el sistema de justicia penal y de partidos políticos funcionan como una gran aldea, un territorio de amigos, donde todos conviven y forman parte de un engranaje útil para lo que les dicta su codicia: acumular dinero, poder político o ambos.

Digo esto porque, además de los autores materiales, los rostros más visibles de estos grupos, están quienes operan y delegan detrás de los reflectores. Los casos antes mencionados tienen en común que cuentan con la participación directa o indirecta de policías, jueces, fiscales, políticos, empresarios y árbitros que cruzaron la línea. Cada uno con un rol definido que se activa dependiendo de la necesidad. Porque en este país, tan grave como el crimen que se comete es la impunidad que le sucede. Y sin ellos sería imposible.

El Caso de Los Dinámicos del Centro empezó siguiendo a tramitadores de brevetes y terminó comprometiendo a la dirigencia de ; Los Cuellos Blancos, con narcotraficantes del Callao y llegó hasta los jueces de la Corte Suprema; Orellana, con traficantes de terrenos y conectó con múltiples entidades del Estado. Lava Jato, el caso más paradigmático de todos, se inició con una investigación a un pequeño grupo de lavadores de dinero en Brasil que utilizaban grifos y locales de lavado de autos como fachada y siguió hasta llevar a tribunales a toda una generación de políticos en América Latina.

Lester Freamon, un emblemático personaje de la serie “The Wire”, describe ese mundo de la siguiente manera: “Si sigues las drogas, tienes drogadictos y traficantes. Pero si sigues el dinero, no sabes dónde demonios te llevará”. En ese enfoque está la diferencia entre una investigación eficaz y otra que solo acaricia la superficie. En Los Cuellos Blancos y Los Dinámicos bastó saber qué teléfonos interceptar.

Se dirá, pues, que ahora contamos con mejores mecanismos para combatir la corrupción sistémica, como la colaboración eficaz (hoy bajo amenaza por el Congreso), la creación de equipos especiales de investigación, una mejor cooperación judicial internacional, una aún incipiente cultura de datos abiertos y transparencia. Sin embargo, todo es insuficiente si no hay un compromiso real que los movilice.

Romper con esos circuitos no es para nada una tarea sencilla, donde los incentivos para cruzar la línea son más atractivos que el temor de ser descubiertos. Hay que darle una mirada también a las causas: instituciones débiles, falta de oportunidades, un diezmado sistema educativo, crisis de los partidos políticos, etc. Pero, por fortuna, todavía hay excepciones, personas que están dispuestas a hacer su trabajo y seguir la pista de los habitantes de esa aldea sin importar hacia dónde demonios los lleve.

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