Los últimos hallazgos arqueológicos encontrados en Vichama, la civilización agropesquera de Végueta, han dado la vuelta al mundo. Uno de ellos consiste en tres estatuillas: una deidad o sacerdotisa y la pareja de autoridades, representadas en arcilla. Llaman la atención, por su forma, su posición, sus accesorios, por la pintura aplicada en sus rostros y los diversos colores de sus respectivos cabellos. Los rasgos de estas estatuillas han tenido fuerte impacto en la sociedad actual; imaginemos el mensaje transmitido, el sentir, la motivación y el fin que tuvieron nuestros antepasados, de hace 3.800 años, para hacer una ofrenda de estatuillas que representan a personajes importantes.
Para comprender la dimensión de las cosas hay que hacer un análisis integral de los hechos; hace ocho años se iniciaron las investigaciones en el Complejo Arqueológico de Vichama, atendiendo la iniciativa de la autoridad municipal, de ese entonces, del distrito de Végueta, provincia de Huaura. Al visitar el sitio, se pudo reconocer su importancia en relación con rasgos culturales compartidos con la civilización Caral pero, además, fue motivadora la información etnohistórica, registrada en las crónicas de Pablo Joseph de Arriaga y fray Antonio de la Calancha en el siglo XVII, que hacen alusión a un relato sobre el poblamiento de Végueta, las condiciones del territorio y sus recursos en esos tiempos míticos y los sucesos ocurridos entre dioses, semidioses y humanos, destacando el semidiós Vichama, una crisis climática y la falta de alimentos. Asimismo, se encuentran referencias a determinados rasgos geomorfológicos del paisaje y, entre ellos, a Anat, la isla creada al ser convertido en ella el curaca principal de ese nombre, y que hoy en día se conoce como la isla Don Martín, en relación con el relato del desembarco de don José de San Martín en la playa aledaña, denominada Tambo de Mora.
Es así como, a partir del 2007, un equipo de profesionales de la Zona Arqueológica Caral inició las actividades de investigación, conservación y puesta en valor de este sitio arqueológico, al que denominó Vichama, en relación con el relato mítico.
Lamentablemente, el sitio arqueológico había perdido en parte su paisaje cultural, se encontraron un número de viviendas construidas en y cerca de los monumentos, forados excavados en varios edificios monumentales e incluso un tanque de agua, instalado en la cima del edificio mayor por una autoridad edilicia; y a un personaje interesado en continuar con la lotización de este importante sitio.
Las investigaciones arqueológicas, realizadas hasta la fecha, evidencian un asentamiento con 16 edificios que formaban el centro urbano. Se han identificado conjuntos arquitectónicos, edificios públicos, residencias, conjuntos de viviendas, cenizales, conchales y cementerios.
En la sección baja, el edificio principal tiene una secuencia de construcciones monumentales, realizadas a través del tiempo. Es impresionante uno de los edificios antiguos: su fachada y plaza circular hundida están orientadas al norte y en la cima destaca el salón ceremonial con dos escenas, representadas en relieve, en dos niveles, en un muro y en la banqueta, asociada a este. Se han identificado 32 seres antropomorfos y dos ictiomorfos, cada uno mide aproximadamente 80 cm de alto por 60 cm de ancho.
En el plano inferior modelaron una secuencia horizontal de 16 personajes antropomorfos, de adultos, con rasgos famélicos y moribundos entre dos esqueletos, que representan a la muerte. De los 16 personajes de esta escena, se han expuesto siete de ellos. En el plano superior representaron una danza ritual de personajes jóvenes entre dos figuras de peces, y tienen también rasgos de carencia alimentaria.
En un período posterior, el edificio fue modificado y la fachada y una nueva plaza circular fueron construidas hacia el este, con rasgos arquitectónicos diferentes.
Es interesante señalar que en uno de los salones ceremoniales del período Tardío de este edificio destaca la representación en relieve de un sapo humanizado, en actitud de emerger del fondo de la tierra con un rayo que le cae en la cabeza. Estaría vinculada con ritos propiciatorios de las lluvias, considerando que, desde antiguo, las poblaciones andinas han incluido al sapo dentro de su ideología, como un ser relacionado con el agua, la agricultura y la fertilidad.
De estas representaciones, en asociación con otros datos cronológicos, se pueden inferir trascendentes significados simbólicos –posiblemente, relacionados con la productividad y la vida, la escasez, la muerte y los cambios cíclicos– que se habrían expresado en las actividades rituales. Se trata, asimismo, de uno de los edificios más importantes de la ciudad de Vichama, al parecer relacionado con la religión y el rol de la mujer en la producción alimentaria, como estaría indicado en uno de los importantes personajes recuperados en la ofrenda de las estatuillas mencionadas, que también ha sido encontrada en el valle de Supe, en el sitio de Miraya, y que podría estar vinculada a los mitos y rituales que permanecieron en la ideología de las sociedades andinas a lo largo del proceso cultural andino hasta la época inca. No obstante haber sido nuestro país pluricultural y multilingüe, compartieron un territorio megadiverso, atravesado por la cordillera andina, afectado por periódicos cambios cíclicos, y aprendieron a establecer redes de contactos e interacción permanentes para el aprovechamiento apropiado de los recursos en condiciones de paz para beneficio compartido.
Las tres estatuillas y las dos cabezas, hoy conocidas en el mundo entero, fueron encontradas entre arena, ceniza y material orgánico depositados para construir uno de los edificios de este principal. Los pobladores de Vichama de hace 3.800 años dejaron estas ofrendas de profundo significado simbólico. Por la posición en que fueron halladas, se trataría de una pareja de autoridades políticas vinculadas a la sacerdotisa.
Hay que señalar que los edificios fueron construidos con muros de piedra y mortero de arcilla, y emplearon depósitos estructurales compuestos por shicras (bolsas de fibra vegetal rellenas con piedras); tecnología sismorresistente aplicada desde la civilización Caral. Estos depósitos constructivos lograron que los edificios tuvieran una gran resistencia frente a los movimientos sísmicos.
Este recuento de los hallazgos nos permite establecer algunas conclusiones: la confirmación de la importancia de la mujer en la civilización Caral –la más antigua del continente americano–; la sacerdotisa evidencia un mayor poder y quizá por eso fue representada en un mayor tamaño y con 28 dedos.
Las representaciones en relieve con los seres antropomorfos pueden entenderse como la interpretación de los efectos que dejó el cambio climático que los afectó entre los años 1800 y 1850 a.C., pero del cual pudieron sobrevivir porque tuvieron acceso a actividades económicas complementarias, a la pesca y a la agricultura. Esta forma de organizarse de los peruanos de esa época tiene plena vigencia en nuestros tiempos, ya que tenemos, en ciernes, casi los mismos problemas que ellos afrontaron con éxito. La pregunta es: ¿nosotros somos conscientes de lo que significa el cambio climático en la existencia futura de la humanidad? ¿Estamos preparados para enfrentar un hecho de esas dimensiones? La respuesta no solo está en quienes conducen los países, sino en cada uno de nosotros.