La historia del conflicto entre Israel y los árabes palestinos es tortuosa y tiene muchas aristas. Pero poco se habla del factor religioso: el elefante en la habitación que ha saboteado toda esperanza de paz como, literal, un elefante en una cristalería. Me refiero a la religión, y no sólo a una.
Si en los últimos más de 20 años el proceso de paz hubiera sido dominado por los grupos seculares de ambas partes aún con sus defectos, a estas alturas ya tendríamos dos Estados independientes viviendo en relativa harmonía, y Gaza sería una ciudad-Estado mediterránea donde se vive en prosperidad. Pero en lugar de eso, tenemos a dos grupos de fanáticos religiosos con objetivos maximalistas e imposibles que quieren mantener adrede un estado perpetuo de conflicto.
Por un lado está Hamas, un grupo terrorista islámico que no reconoce el derecho de Israel a existir, y que en palabras de su propio fundador valora el martirio por encima de la vida humana, y que desde hace 16 años gobierna Gaza con puño de hierro en una de las dictaduras más nefastas del mundo. Hamas es un culto de muerte, que le vale nada la vida y el bienestar de su gente, y que con su ‘magnum opus’ del 7 de octubre ha demostrado ser capaz de perpetrar las más viles masacres medievales como no se veían desde las épocas de los mongoles o los vikingos. Conocidas son las ‘Madres de Hamas’, que crían niños para entregarlos a Hamas en la adolescencia y que se revienten en ataques suicidas contra Israel.
Esta aberración ha sido además contraproducente para la causa de libertad palestina, pues Hamas sabía perfectamente cómo Israel iba a responder, sabía que la opinión en Occidente se iba a tornar en su contra y masacró a gente joven en un festival de música, la mayoría de los cuales son liberales y simpatizan con la causa palestina. Pero no lo hacen porque sean brutos; es a propósito, pues su único objetivo es mantener vivo el ciclo de guerras, destrucción y muerte masiva de palestinos para que de esa manera el mundo se torne contra Israel y ellos sigan usando eso como pretexto para mantenerse en el poder, lo que representa un círculo vicioso que es sostenido por el fanatismo religioso de sus integrantes (no necesariamente de la cúpula hipócrita y acomodaticia).
Con estas acciones, Hamas ha reivindicado a aquellos que afirman no se puede negociar de buena fe con un gobierno semejante, y que sólo queda desaparecerlo de la faz de la Tierra. Y por supuesto, quien más financia a Hamas son los clérigos musulmanes chiitas que gobiernan Irán, una teocracia.
Por otro lado tenemos a la ultra-derecha religiosa israelí, que mantiene viva la coalición de Benjamín Netanyahu, y son los que más influencia tienen sobre sus políticas destructivas. Estos grupos son los causantes de que el Estado israelí haya abandonado y esté saboteando el proceso de paz llamado ‘la solución de dos Estados’. El principal obstáculo para la viabilidad de un Estado palestino soberano es la cantidad de asentamientos judíos ilegales desperdigados por toda Cisjordania, que son incentivados por grupos políticos de ultra-derecha. En consecuencia, Israel se niega a evacuar los asentamientos, y a dejar de construirlos.
Los colonos judíos que viven en estos asentamientos son en su mayoría ultra-religiosos que afirman estar allí porque hace 3000 años durante la Edad de Bronce, su dios Yahveh les prometió esa tierra a sus ancestros. Hay innumerables ejemplos de actos de terrorismo de algunos colonos contra civiles palestinos, incluso algunos muy recientes en respuesta a la barbarie de Hamas, que demuestran que algunos colonos son capaces de la misma violencia medieval.
La constante ocupación y represión israelí en tierras árabes en la actualidad no sólo tiene como objetivo evitar actos de terrorismo. Se mantiene para proteger a los colonos ultra-religiosos que ilegalmente viven en territorio ocupado para asegurar el cumplimiento de la profecía bíblica de que Israel ocupará todas las tierras desde el río Jordán al Mediterráneo. Incluso el apoyo incondicional de la ultra-derecha en Estados Unidos a toda acción de Israel para hacerse de estas tierras no se debe a su simpatía por el pueblo judío, sino principalmente a que está conformada por cristianos Evangélicos que esperan profecías bíblicas dependientes del triunfo de Israel para la segunda venida de Cristo, tras la cual todos (incluidos los judíos) vamos a descender a las candelas del infierno; excepto ellos, que desde el paraíso van a regodearse en nuestro sufrimiento.
El último gobierno de Ariel Sharon, que NO estaba dominado por la derecha ultra-religiosa, se retiró de Gaza y evacuó a colonos judíos de Gaza y parte de Cisjordania en un intento de facilitar la ‘solución de dos Estados’. Los sucesivos gobiernos de Netanyahu y sus ministros extremistas, son más bien los responsables de deshumanizar a los árabes palestinos con sus declaraciones, perpetuar los abusos contra ellos y ordenar a las fuerzas armadas que tomen acciones desmedidas que poca consideración tienen por las vidas de los civiles árabes, como lo que vemos estos días en Gaza. Y ahora también son responsables de minar la democracia israelí en su intento de destruir a la corte suprema que es la única institución que le trata de poner el pare a sus abusos.
Y del otro lado del muro, la dictadura de Hamas se escuda entre la población civil para maximizar las muertes de su propia gente, sabiendo que la ultra-derecha israelí va a aprovechar la situación para causar más destrucción y violencia. Y la ultra-derecha israelí, irónicamente se la ha pasado años creando a un monstruo, al estar fortaleciendo disimuladamente a Hamas para tener a los palestinos divididos, y tenerlos como pretexto para no cambiar el estatus-quo. Uno depende de la existencia del otro para asegurar su relevancia y su financiamiento, y las barbaridades de uno causan más odio en la población del otro. Es una danza mortífera entre dos fanáticos en donde ambos tienen el mismo objetivo siniestro: que jamás exista paz entre ambos pueblos para poder algún día cumplir con sus profecías maximalistas de tener todo el territorio al este de rio Jordán para ellos, sin presencia de la otra tribu.
El pueblo árabe palestino, y el pueblo judío están desde hace décadas siendo rehenes de dos facciones irracionales que los están llevando al abismo. Israel no tiene ahora otra opción que entrar a Gaza y desaparecer a Hamas, pero lo debe hacer de forma quirúrgica para evitar muertes innecesarias de civiles, aunque eso signifique un mayor riesgo para la vida de sus soldados. En paralelo, los grupos seculares y racionales en ambas naciones que representan la mayoría, tienen que ver la manera de marginar a estos grupos religiosos ya, para que no tengan el dominio de la narrativa y de la acción.
La gran mayoría de judíos y de árabes palestinos quiere vivir en paz, y no están buscando cumplir ninguna profecía, ni están esperando ansiosamente la muerte para obtener un lugar privilegiado en el paraíso. Están contentos de vivir donde están, sin robarle la tierra al otro ni lanzarle misiles al que está al lado. Lo que está pasando ahora debe servir para que esta mayoría silenciosa reaccione enérgicamente y ponga fin a la injerencia del fanatismo religioso en el proceso de paz. Aquí debe primar la lógica, la humanidad y la cercanía de estas dos culturas hermanas. El tribalismo y el fanatismo religioso están envenenando todo.