Gianfranco Ferrari

El avance en de nuestras economías durante los últimos dos años como respuesta a la crisis sanitaria es innegable. El teletrabajo como opción eficiente para mantener, reactivar e impulsar los negocios, la educación a distancia y el acceso a productos financieros –por ejemplo, a través de un teléfono móvil–, son mecanismos cuyo crecimiento encontró en los confinamientos un inesperado catalizador.

Sin embargo, no todos los trabajadores, ni estudiantes, ni hombres y mujeres de pudieron trabajar, estudiar o acceder al sistema financiero desde casa durante la pandemia. A pesar del importante avance de la digitalización, el estudio de “Inclusión financiera y digitalización” de Credicorp, elaborado por Ipsos en siete países de la región, evidencia que el 64% de ciudadanos todavía no usa plataformas financieras digitales.

Las razones son diversas: desde la carencia de infraestructura de calidad hasta la dificultad para adoptar los mecanismos y las tecnologías, o la falta de oportunidades para acceder a estos. Prueba de ello es que, según datos del Banco Mundial, menos del 50% de la población de América Latina y el Caribe tiene conectividad de banda ancha fija y apenas el 9,9% cuenta con fibra de alta calidad.

Así, pasado el momento más álgido de la pandemia, América Latina mantiene considerables brechas sociales entre sus ciudadanos. Un lastre que, en cierta medida, se venía mitigando en los años pre-COVID-19, pero que con el golpe de la crisis sanitaria se profundizó.

En este contexto, el desafío es aún mayor. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, según la OIT, para finales del 2021 aún quedaba pendiente recuperar más de 4 millones de puestos de trabajo para las mujeres de la región dentro de los 23,6 millones de empleos que perdieron como consecuencia de la pandemia.

Hoy, reducir estas brechas pasa por llevar las oportunidades de desarrollo y bienestar a cada vez más hombres y mujeres, por incluirlos en el círculo virtuoso que constituye la formalidad. Y, en ese proceso, la digitalización de nuestros países tiene un rol fundamental que cumplir, al ser un potente y rápido vehículo de descentralización del progreso.

El caso de la educación, base del desarrollo social y económico, refleja muy bien el desafío que existe por delante. De acuerdo con la Cepal, el 46% de los niños de entre 5 y 12 años vive en hogares que no están conectados a Internet. ¿Qué fue de su proceso de aprendizaje durante los más de dos años de pandemia? Aunque hoy la mayoría está de vuelta en las escuelas, la adopción de tecnología resulta indispensable para asegurar una recuperación plena de ese tiempo perdido y permitirles adquirir las habilidades adecuadas para ser agentes de cambio en un futuro cercano.

Ahora que llevamos meses actuando juntos como sociedad sobre lo urgente de la vacunación y la aún necesaria recuperación económica, es clave transitar hacia lo sostenible: abanderar la inclusión como la causa prioritaria en la región y la digitalización como la clave estratégica a la que todos debemos sumarnos para alcanzar ese fin.

Ese “todos” involucra tanto a las empresas, que por años hemos estado sumergidas entendiendo cada etapa de los procesos de transformación y su impacto, como a los gobiernos, que tienen la capacidad de establecer alianzas para alcanzar a toda la población y entablar procesos de cooperación con naciones que tienen mucho por aportarle a nuestra región. Pero, principalmente, involucra a los ciudadanos, cuya participación es clave para visibilizar necesidades y formas efectivas de favorecer el desarrollo en sus comunidades e impulsar la inclusión.

Es hora de recoger los aprendizajes de estos retadores últimos años y trabajar para acelerar los cambios que nuestros países necesitan en beneficio del progreso de los ciudadanos de toda América Latina, sin distinción.

Gianfranco Ferrari es CEO de Credicorp Ltd.