Somos libres, seámoslo siempre, Huáscar Ezcurra
Somos libres, seámoslo siempre, Huáscar Ezcurra
Huáscar Ezcurra

“No hay nada que pueda quitar la libertad a un hombre salvo otros hombres. Para ser libre, un hombre debe ser libre de sus hermanos”, Ayn Rand. Somos libres en el mercado cuando compramos un producto o contratamos un servicio, pero hay ocasiones en las que otros hombres nos quitan la libertad. 

Somos libres cuando decidimos abrir una cuenta de ahorros en un banco y no en otro. No lo somos, en cambio, cuando pagamos comisiones o gastos que no consentimos, o lo hacemos sin haber tenido otra opción disponible, salvo que nos resignemos a quedar fuera del mercado. Tampoco somos libres cuando, en las mismas condiciones, pagamos por la membresía anual de una tarjeta de crédito, o por transferir dinero, o por servicios que nunca se prestaron. Pagamos porque no tenemos opción. Otros hombres nos quitaron la libertad.

En la contratación bancaria no existe libertad para negociar cada cláusula con el banco y definir el contenido del contrato. Sería demasiado costoso y haría inviable el crecimiento de la banca, que genera muchos beneficios también.

Sin embargo, recientemente tres bancos escucharon los reclamos de sus usuarios. El BBVA Continental anunció que dejaría de cobrarnos la comisión interplaza que llega a S/ 7 y que pagamos cuando retiramos dinero de un cajero de su red ubicado en un departamento distinto del lugar donde abrimos nuestra cuenta. Luego el BCP publicó que haría lo mismo. Apurado, el Scotiabank contestó que felicitaba la iniciativa de sus competidores de imitar lo que ellos hacían desde hace 10 años. El asunto se viralizó.

¿Qué causó esta reacción de la banca, tan favorable a sus clientes? ¿Una decisión del Indecopi o de la SBS? No. Fueron la información y la competencia las que consiguieron que un consumidor sea ahora más libre para elegir.

Esto tendría que llevarnos a repensar si el Estado debería prohibir cláusulas o cobros “abusivos”. No es una buena idea darle al Estado el poder de revisar los contratos bancarios y mejorarlos, supuestamente, a favor del consumidor. El Estado tiene altas probabilidades de equivocarse, generando con ello prohibiciones innecesarias, encareciendo la contratación y, a la larga, perjudicando al consumidor que buscaba proteger. El Estado no tiene la información específica de qué prefiere el consumidor en cada caso ni de qué opciones son viables para consumidores y bancos. Nadie mejor que el consumidor para resolver sus problemas y hacérselos saber a sus proveedores. Sabe lo que quiere y lo que puede.

En realidad, los hombres que nos quitan la libertad también están en el Estado. En efecto, en ocasiones cuando la SBS o el Indecopi  sancionan cláusulas abusivas, causan al consumidor mayor perjuicio que beneficio. Por ello, se  deberían revisar los roles que ambos tienen al respecto. Los avances del último quinquenio no ocurren gracias a los cientos de funcionarios de estas entidades que hoy revisan contratos y cláusulas abusivas. Se avanzó gracias a la mayor competencia. Hay que hacer más de lo mismo, pero ahora apoyados en la mayor velocidad que pueden brindar las nuevas tecnologías, las redes sociales, y las aplicaciones que se puedan crear, para darnos a los consumidores mejor información sobre las condiciones de los productos bancarios.

Nuestros impuestos serían mejor utilizados si se creara una aplicación en la que los consumidores podamos rankear a los bancos con nuestras experiencias. Daríamos la mejor calificación al banco que nos ofrezca las mejores opciones y el mejor servicio. Un Trip Advisor de la banca, accesible a todos, y con información que beneficiaría a millones de consumidores. Las nuevas tecnologías pueden revolucionar la gestión estatal, otorgando mayores dosis de libertad a los consumidores, y parece que el nuevo gobierno ya la vio. Somos libres, seámoslo siempre.