Con el objetivo inicial de facilitar el traslado de los deportistas durante los Juegos Panamericanos, la Municipalidad de Lima aprobó establecer restricciones de circulación, en horas punta, a los vehículos particulares en cinco vías importantes, pudiendo los conductores desplazarse por las vías aledañas. Se ha señalado que esta medida servirá de piloto para ver si se convierte en permanente.
El denominado ‘pico y placa’ ha generado un gran debate. La evidencia estudiada para urbes como Sao Paulo, Ciudad de México, Santiago de Chile y Bogotá, indica que esta medida solo funciona en el corto plazo y que de continuar no logra los objetivos deseados, incluso puede exacerbar los problemas existentes.
El informe técnico “Réquiem para una política errónea” (2012) de los expertos Víctor Cantillo (Chile) y Juan de Dios Ortúzar (Colombia) encontró que los usuarios de mayor poder adquisitivo compraban autos antiguos (y contaminantes) para eludir la restricción. Asimismo, se incrementó el tráfico los fines de semana y también en las horas sin restricción; además, se evidenció una difícil capacidad de fiscalizar las excepciones. Un estudio similar publicado por el BID (2013) es más concluyente: “… no solo se han gastado recursos y tiempo valioso, sino que ha logrado aumentar la motorización y por ende la congestión en horas fuera de pico. La lección es no insistir en esta medida”, dice el documento “Estacionamiento y políticas de reducción de congestión en América Latina”.
Queda claro que, si bien la medida podría funcionar en emergencias, reduciendo temporalmente la congestión, no cura la enfermedad y, si se amplía la restricción, la salud del paciente puede agravarse. Al parecer, la Municipalidad de Lima cree que el problema se genera porque tenemos un exceso de vehículos, cuando según la Cepal (2015) nuestra tasa de motorización (autos/población) es, luego de Bolivia, la segunda más baja de Sudamérica, con 78 vehículos por cada mil habitantes, cuando Chile tiene 248 y Argentina 318. En Lima y Callao, al 2017, teníamos 183 vehículos por cada mil habitantes, por debajo de otras ciudades como Sao Paulo y Santiago que en el 2011 registraban 465 y 290, respectivamente.
Las medidas para reducir la congestión deben partir de una solución global y sistémica. Es curioso que el ‘pico y placa’ no se aplica en países europeos con excelentes diseños viales y semaforización adecuada. Allá algunas ciudades aplican, por ingresar al centro, la tasa por congestión. Hubiera sido interesante que el alcalde llevara su propuesta a la Mesa Ejecutiva de Tránsito donde participan tanto el sector público como privado para recoger opiniones.
Para Lima y las ciudades del Perú lo prioritario es atacar el mal diseño de nuestras vías e intersecciones, así como instalar una adecuada red semafórica y un cambio en la educación vial. Esto descongestionaría en más de un 40% el tráfico en la ciudad. En cuatro años se podría rediseñar, con inversiones de bajo costo, la mayoría de las vías e intersecciones de Lima, instalando una central de control de tráfico semafórico uniforme. Para ello, necesitamos con urgencia la Autoridad Nacional del Tránsito para que lidere la solución a nivel nacional y que complemente la labor de la Autoridad de Transporte Urbano (ATU), que ve solo el ordenamiento del transporte en Lima. En pocos años, tendríamos una ciudad diferente, con un transporte público eficiente y adecuadas ciclovías.
Estamos de acuerdo con apoyar a la mejor movilización de los deportistas durante los Juegos Panamericanos, pero corresponde al alcalde de Lima liderar la solución integral del tránsito que nos agobia sin pretender establecer como “permanentes” paliativos que han demostrado su ineficacia. Todos anhelamos una ciudad con un tránsito y un transporte más humanizados.
*El autor también es gerente general de la Asociación Automotriz del Perú (AAP).