Popular, cristiano, democrático y tolerante, por Raúl E. Castro
Popular, cristiano, democrático y tolerante, por Raúl E. Castro

Hace algunos días en este prestigioso Diario se expusieron tesis que constituyen la expresión de los nuevos totalitarismos o nuevos radicalismos. Estos, que, en el caso concreto, se referían al supuesto rechazo a medidas en favor del grupo y al aborto por violación, son parte de aquella campaña que pretende imponer un pensamiento único, no aceptado por la mayoría de los peruanos y por lo tanto impopular. 

En esta nueva forma de hacer política, tanto el mensaje como el mensajero descalifican a quienes no piensan como ellos y usan un lenguaje que anteriormente era propio del totalitarismo marxista, que tantos buenos resultados les dio a estos a lo largo de décadas. ¿Les recuerda algo expresiones como retrógrados, cavernarios, anquilosados, dinosaurios y otros?

La técnica es muy sencilla. Se le ofrece a los ciudadanos promover cierto tipo de libertades, como el aborto, el matrimonio homosexual o cualquier otra, pero, a cambio, estos hábiles portadores del mensaje reclaman y acumulan poder político usando la vieja dicotomía de los buenos y los malos o, mejor aún, los retrógrados y los modernos.

Si no estás de acuerdo, eres conservador y eres malo y, si finalmente no consientes, eres portador de fobias, o un desadaptado por no coincidir en la consagración de “medidas liberales de izquierda”.

Obviamente este esquema no es democrático: o aceptas mi imposición o me victimizo, desconociendo que en materia de libertades hay quienes las hemos defendido, en todo orden de cosas, pero que en materia de ser humano y dignidad poseemos convicciones que defienden la naturaleza como tal y que son verdades que pueden ser demostradas racionalmente. Muy claro está que nos oponemos a todo aquello que signifique violencia, amenaza a la vida y, en general, a adoptar el relativismo como principio ordenador de las cosas.

Nuestra afirmación no es violenta, es más bien en pro de derechos anteriores y superiores, como el derecho a la vida y a la dignidad de la persona. No son simples convencionalismos ni dogmatismos, ni herencias de normas sociales retrógradas. No podemos coincidir con el aborto en niñas de 14 años, como proponía el señor Zapatero en España, pues esto es parte de un escalamiento de la visión del ser humano que cada día lo reduce a una condición simplemente material y sensorial.

En el estamos acostumbrados a debatir democráticamente. No nos perturba el cargamontón, estamos claros en los ideales y principios que defendemos. Puede que a alguien le parezca razonable que un varón a los 66 años, padre de 6 hijos, pretenda ser mujer, pero a otras personas nos parece francamente difícil de entender.

Disentir no es fobia y discrepar no es agredir, por lo tanto no hay lugar a victimizarse. No somos ni remotamente homofóbicos, palabra inventada para fines proselitistas estratégicos y muchas veces confrontando a representados ajenos a esta voluntad. Creemos que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y respeto, rechazamos el machismo como distorsión de la conducta humana que perjudica a otros de la misma especie, precisamente porque practicamos valores. 

El PPC fue el único que contestó las tesis políticas e ideológicas que la revolución marxista de los militares plasmó en leyes colectivistas en la década de 1970. Por eso fuimos perseguidos y estigmatizados, pero ahí están las defensas del PPC, recogidas en tres tomos publicados denominados “Conciencia y palabra del PPC “, en aras de la libertad de la persona, de la libre expresión, de la propiedad privada, de la iniciativa privada, de la libertad de empresa, de la economía social de mercado, esto es, del rol supletorio del Estado allí donde todavía no hay condiciones para generar mercado y precisamente en aras de la defensa de los más vulnerables, al igual que en muchas otras oportunidades. 

Entonces, pues, no se puede recurrir al facilismo de criticar a una institución simplemente porque tiene ideas o defiende sus propias convicciones.

Nos negamos a ser colonizados.