“A fines de octubre, el presidente reveló que el Gobierno estaba monitoreando los acontecimientos políticos y que el Ejército estaba preparado para intervenir”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“A fines de octubre, el presidente reveló que el Gobierno estaba monitoreando los acontecimientos políticos y que el Ejército estaba preparado para intervenir”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Vanessa Barbara

Este año ha estado marcado por una generalizada convulsión social en América Latina.

Desde mediados de octubre, . Lo que empezó como una manifestación en contra del alza de las tarifas del metro se amplió rápidamente en protestas por la enorme desigualdad económica. El presidente Sebastián Piñera ordenó una respuesta policial que ha causado más de una docena de muertes y dejado parcialmente ciegas a más de 200 personas.

También en Ecuador ha habido disturbios civiles por el aumento de los precios del combustible y otras medidas de austeridad. Las protestas masivas han sacudido de igual modo a Paraguay, el Perú, Haití, Bolivia y Venezuela.

En medio de todo esto, ¿dónde se encuentra ?

Ciertamente hay mucho por lo que protestar en el país más grande de América Latina. Tenemos un presidente notablemente despistado que recientemente contribuyó a los incendios en la selva amazónica. Al principio, el presidente trató de ocultar la espiga de los incendios que él mismo ayudó a provocar. Cuando este plan falló, su siguiente paso fue culpar a las organizaciones no gubernamentales y a una estrella de Hollywood por la terrible destrucción.

Desde que asumió en enero, el gobierno de Bolsonaro se ha dedicado a desmantelar sistemáticamente todas las agencias estatales encargadas de hacer cumplir las medidas de protección ambiental y los derechos indígenas, . Hasta octubre, el Ministerio de Agricultura , muchos prohibidos en Europa y considerados altamente peligrosos. Hace dos meses, después de que un misterioso derrame de petróleo contaminara más de 1.000 millas en las playas del noreste de Brasil, el gobierno –inexplicablemente– insinuó .

¿Quieren más? Un grupo de abogados y exministros brasileños busca acusar a Bolsonaro ante la Corte Penal Internacional por alentar el genocidio de los pueblos indígenas y por no proteger los bosques de los que dependen. Según el Consejo Misionero Indígena, un grupo de defensa conectado con la Iglesia Católica, hasta setiembre se registraron 160 invasiones de reservas indígenas por parte de personas que buscaban explotar sus recursos. En todo el 2018, hubo 109.

Este gobierno también aprobó una reforma de pensiones que aumentará la desigualdad social: los trabajadores rurales, las mujeres y los pobres serán los más afectados por esta.

Para un presidente que se comprometió a luchar contra la corrupción, Bolsonaro está notablemente rodeado de escándalos. Uno de sus hijos, Flávio, senador federal, por malversación de fondos y lavado de dinero. Otro, Carlos, concejal de Río de Janeiro, ha sido implicado en irregularidades relacionadas con la oficina de su consejo. Y su tercer hijo, Eduardo, casi fue nombrado embajador en los Estados Unidos teniendo como únicas credenciales cuando era estudiante de intercambio en Maine y haber visitado Colorado una vez. “No creo que sea nepotismo”, dijo el presidente Donald Trump, que respaldó la nominación. La idea fue descartada más tarde.

Muchos miembros del Gabinete –entre ellos, los ministros de Turismo, Economía, Agricultura, Medio Ambiente, Seguridad y Salud– también están involucrados en escándalos de corrupción. El propio jefe de Gabinete de Bolsonaro, Onyx Lorenzoni, admitió que se embolsicó fondos de una empresa en el 2014. La confesión nunca condujo a una investigación. El ministro de Justicia, Sérgio Moro, explicó que Lorenzoni ya había reconocido sus errores pasados ​​y que se había disculpado.

Todo esto debería ser más que suficiente para inundar la ciudad con ciudadanos enojados, ¿verdad? Entonces, ¿por qué las calles brasileñas están tan tranquilas?

Quizás se deba a la aterradora reacción preventiva del gobierno frente a la ola de protestas que azota América Latina. A fines de octubre, el presidente reveló que el Gobierno estaba monitoreando los acontecimientos políticos y que . Un mes después, Bolsonaro presentó un proyecto de ley para ampliar el llamado , un artículo del Código Penal brasileño que permite la impunidad para algunos actos ilegales en circunstancias especiales, incluidos los practicados por los agentes de la ley. Esto daría cobertura legal a los militares para disparar y matar durante las protestas.

Tanto el ministro de Economía como el casi embajador Eduardo Bolsonaro han sugerido que si los brasileños intentaran imitar a sus vecinos, el Gobierno respondería con un nuevo AI-5; esto es, con una nueva versión del decreto militar de 1968 que disolvió el Congreso, suspendió muchas garantías constitucionales y restringió la libertad de prensa, institucionalizando la censura y la tortura.

El mensaje es claro: pase lo que pase, los brasileños deben quedarse quietos.

Quizás el pensamiento es que nuestros problemas se cancelarán mutuamente. De todos modos, no hay necesidad de preocuparse por las pensiones si todos moriremos temprano por ingerir alimentos llenos de pesticidas, ¿no es cierto?

Sin duda, es una forma creativa de suprimir el descontento. ¿Pero puede durar mientras el resto del continente está en llamas?


–Glosado, traducido y editado–

© The New York Times