Carlos Parodi

La se encuentra atravesando un período de lento . Veamos los datos: entre enero y julio, ha caído en un 0,58% comparado con el mismo período del año previo. Esto tiene tres consecuencias: menor empleo, aumento de la pobreza y menor recaudación tributaria para el gobierno. Para este año, se espera un crecimiento que fluctuaría entre el 0,5% y el 0,9% con tendencia a la baja.

Mucho se discuten las razones, pero pienso que son tres interrelacionadas entre sí. Primero, la caída de la inversión privada desde el tercer trimestre del 2022 hasta el segundo del 2023. Las cifras son: -0,5%, -4,1%, -12% y -8,1%. La inversión privada es el 80% de la inversión total; si no aumenta, no crece la economía. Existen diversas causas de la caída, pero en el fondo se encuentran las expectativas negativas, que son creencias que todos nos hacemos sobre la evolución futura de las variables económicas y sociales. De acuerdo con las encuestas de expectativas del BCR, se encuentran en terreno negativo (tramo pesimista) desde que comenzó la campaña electoral para las elecciones generales del 2021. Quien no confía, posterga sus decisiones de inversión hasta que observe un período más calmo. Quien iba a tomar un crédito hipotecario, prefiere esperar. Y entonces se frena el crecimiento. No debemos subestimar el poder de las expectativas: para volver a crecer antes hay que volver a creer.

El resultado es que el consumo privado, que representa el 65% de la demanda interna solo crecerá un 0,3% este año, muy por debajo de su promedio histórico que es de 3% anual. En simple, si los ciudadanos no compran, las empresas no venden y, por ende, no producen. ¿Y por qué no compran? Porque no aumenta el empleo, consecuencia de la caída de la inversión privada.

Segundo, el lento crecimiento de la economía mundial. Un dato: del total de lo que produce el mundo, el solo representa el 0,3%, por lo que depende del desempeño del resto del mundo. Aquí las locomotoras del tren llamado economía mundial (en el que el Perú es un vagón) son tres: China, Estados Unidos y la Eurozona que, juntas, producen más del 50% del total mundial. Las proyecciones de crecimiento de la economía mundial para este 2023 se sitúan en 2,8%, cuando el promedio entre el 2001 y el 2019 fue de 3,7%.

Tercero, la probabilidad cada vez mayor de un fenómeno de El Niño global fuerte. En agosto era de un 10%; el último cálculo, realizado en setiembre, la aumentó a un 26% con efectos en el 2024. Sin ninguna duda, el principal factor a monitorear en los siguientes meses es el fenómeno de El Niño global.

Veamos el lado positivo de la economía peruana. Primero, la inflación está en disminución desde enero. La última cifra presenta el siguiente dato: 5,58% en los últimos doce meses, muy cerca de la meta anual del BCRP que es entre el 1% y el 3%. Además, el Perú tiene la menor inflación promedio anual de América Latina entre el 2000 y el 2022: 2,9%. Segundo, la economía peruana tiene el menor déficit fiscal de la región: 1,7% del PBI en el 2022. Esto significa un manejo responsable de las finanzas públicas. Tercero, el BCR mantiene el mayor nivel de reservas de América Latina, equivalente a 29,4% del PBI. Cuarto, el Perú tiene la menor deuda pública de la región: 34% del PBI.

Si vemos solo el lado positivo, ¿qué pasa? Para entenderlo imaginemos que quiere construirse una casa. Primero necesita cimientos. Pues las fortalezas de la economía son los cimientos. El Perú los tiene como se ha comprobado en el párrafo previo. Sin embargo, los cimientos no bastan, pues hay que construir encima de ellos. ¿Por qué? Porque lo que entrega el bienestar a todos los ciudadanos es la casa y no solo los cimientos. Necesitamos cimientos y casa (calidad de vida para todos). Tenemos cimientos, pero no casa. ¿Qué significa construir la casa? Mejorar salud, educación, seguridad, infraestructura y vivienda para todos. Eso falta hace mucho tiempo.

El crecimiento le entrega, a través de la recaudación tributaria, dinero al gobierno (en sus tres niveles) para que lo use, en especial en los más vulnerables. Pero este no lo hace o lo hace mal. La corrupción lo ahoga. Entonces, los más vulnerables no notan el crecimiento. Y este no es un problema de hoy, ni tampoco es del modelo. Durante el siglo comprendido entre 1921 y el 2021 el promedio de crecimiento anual de la economía peruana fue 3,8%, por encima de Uruguay y Chile, cuyos ciudadanos ostentan una mayor calidad de vida. El Perú es un país mal gestionado, no importa el color político del gobierno de turno. Y, mientras eso no mejore, será difícil lograr la paz que todos buscamos.

Si el Estado gasta mal el dinero que recibe del crecimiento económico, entonces no mejorará la educación ni la salud y, por lo tanto, hipoteca el crecimiento futuro. Aquí lo grave es que la productividad (rendimiento por trabajador) no aumentará. Si vemos América Latina, el Perú es el país con menor productividad.

¿Cuál debe ser el objetivo? Un crecimiento sostenible y estable y un gobierno que sepa cómo usar el dinero recibido. Eso no es todo, pues no puede dejarse de lado la necesidad de una mejora institucional. En el Perú nadie cree en las instituciones, salvo contadas excepciones. Y en ese ambiente es complicado esperar grandes mejoras.

Carlos Parodi Profesor de economía e investigador de la Universidad del Pacífico