¿Qué podemos hacer para mejorar, aunque sea un poco, la forma en que funciona la política peruana? Primero, hace falta cambiar nuestro marco normativo para alterar comportamientos políticos problemáticos e institucionalizados. Segundo, aunque no nos guste la idea, todos necesitamos ser parte del cambio a través de una activa y crítica participación ciudadana. O sea, regular y vigilar.
PARA SUSCRIPTORES: Un Gobierno más allá del 28, por Pedro Tenorio
Todos intuimos que existe más de un problema con nuestras reglas electorales y representativas. Esto explica, parcialmente, los malos resultados de la política. En la Comisión de Alto Nivel de Reforma Política (CANRP) elaboramos una propuesta integral que aborda una serie de problemas clave. Lamentablemente, debido a la mayoría del disuelto congreso y del actual, perdimos la oportunidad de celebrar el bicentenario con unas nuevas y mejores reglas que alteraran la trayectoria de nuestro sistema político. Tenemos actores políticos precarios y egoístas, reticentes a realizar los cambios que convendrían a la colectividad pues estos generarían una disminución de su discrecionalidad o amenazarían sus intereses de corto plazo (político-electorales y económicos). Por ello, a la fecha, tenemos una reforma política desdibujada e incompleta.
Aún hay cambios urgentes a completar antes de setiembre (fecha límite según ley). Primero, aprobar en segunda votación los impedimentos de candidatura para personas con sentencia en primera instancia por delito doloso. Segundo, archivar el cuestionado dictamen sobre inmunidad aprobado en primera votación y votar una propuesta que garantice que la inmunidad parlamentaria no incluya delitos comunes previos a la elección y que sea la Corte Suprema la que evalúe los cometidos durante el mandato parlamentario. Tercero, urge aprobar la propuesta de la CANRP de reforma del financiamiento de campañas para asegurar, entre otras cosas, una supervisión y sanción efectiva de los incumplimientos de rendición de gastos de campaña. Cuarto, definir reglas viables y seguras para elegir democráticamente candidaturas en elecciones internas a fin de año, con un filtro para que los partidos cascarones no pasen a la general (ver Tanaka); y sin incluir trampas de último minuto para deshacerse de los contrincantes. Quinto, eliminar el voto preferencial.
Una vez aprobada esta agenda mínima para el 2021, sería deseable discutir y aprobar otras propuestas importantes para el mediano plazo, como la bicameralidad y nuevas reglas para la elección regional. Pero no perdamos de vista algo. Un cambio de reglas políticas por sí solo (ya difícil de lograr) no solucionará todos los males de nuestra política. En este contexto, la vigilancia ciudadana resulta indispensable pues garantiza que la implementación de las normas sea adecuada y alcance los objetivos deseados.
Quizás una imagen dramática sirva para entender la relevancia de la vigilancia ciudadana. Nunca antes como con la pandemia los costos de tener reglas problemáticas y elegir mal en la política habían sido tan visibles. El colapso del sistema de salud en Arequipa bajo la gestión del cuestionado gobernador Cáceres lo grafica bien. En tiempos “normales”, la mayoría de ciudadanos estamos distraídos, poco informados sobre una política que nos repele y que, crecientemente, despreciamos. La paradoja es que al distanciarnos más de la política en lo cotidiano no hacemos sino sellar su círculo vicioso. Un desastre de gestión como el de Cáceres hubiese pasado desapercibido para la opinión pública. La pandemia lo ha visibilizado.
La vigilancia ciudadana es un arma eficaz e indispensable en este momento en que tocamos fondo. Hemos visto a congresistas reculando y “corrigiendo” malas decisiones cuando los presionan públicamente. Continuemos presionando para no perder otra oportunidad de consensuar una agenda mínima. Pero esta vigilancia deberá mantenerse después de aprobadas las reglas, pues su implementación puede torcerse de muchas maneras si la opinión pública no comprende que el cambio verdadero es una pelea cotidiana.