Restas que suman, por Félix Puémape
Restas que suman, por Félix Puémape
Félix Puémape

En las últimas elecciones, el Frente Amplio logró lo impensable. Pese al desprestigio de la izquierda por su relación con el chavismo y por la asociación que aún muchos peruanos realizan entre izquierda y violencia, obtuvo una bancada importante en el Congreso y casi pasa a segunda vuelta. Sin embargo, hoy en día corre el riesgo de dividirse por pugnas internas. ¿Cuáles serían las consecuencias prácticas en caso la ruptura se concretara? 

En las últimas semanas, los medios de comunicación han registrado una serie de pugnas entre los congresistas de este grupo, ya sea en torno al liderazgo del proyecto político o alrededor de cuestiones programáticas. Tales desacuerdos han tenido un correlato en la forma en la que votan en el Parlamento. En lo que va de la legislatura, el Frente Amplio ha sido el grupo que ha mostrado una mayor dispersión entre sus miembros. 

Pese a todo, sus integrantes tienen un fuerte incentivo para permanecer unidos. La izquierda peruana ha constituido su identidad en base al antifujimorismo y al rechazo al modelo de libre mercado. Con el fujimorismo y los ppkausas en posiciones de poder, los congresistas frenteamplistas (militantes de izquierda en su mayoría) difícilmente transarán, por lo que se verán obligados a coincidir, especialmente en todo lo referente a control político. 

A nivel electoral, la división es mucho más probable. Tres proyectos verían la luz: uno de carácter “posmaterial” al mando de Mendoza, otro “regional” al mando del ex gobernador de Cajamarca Gregorio Santos y uno a medio camino entre ambos, al mando de Marco Arana. Sin embargo, la competencia entre tres grupos progresistas tampoco resultaría siendo un gran problema. 

Para muchos observadores, Verónika Mendoza no logró pasar a segunda vuelta por culpa de Gregorio Santos. Estando en prisión, el ex gobernador regional logró obtener alrededor del 4% de votos, porcentaje que le faltaba a Mendoza para llegar al segundo lugar. A partir de este hecho, los defensores de la unidad de los grupos de izquierda han vuelto a poner sobre el tapete la importancia de concurrir todos juntos a los procesos electorales para lograr mayores posibilidades de ganar. Pero, en un contexto en el que este sector político no está preparado aún para gobernar por su falta de aliados políticos y élites tecnocráticas, en realidad, mantenerse alejados del gobierno por un tiempo podría ser una bendición antes que algo por lo cual lamentarse. 

Como ya demostró la experiencia de la ex alcaldesa de Lima Susana Villarán, la llegada de una izquierda poco preparada al poder termina debilitando futuras opciones electorales. Desde la ciencia política, los estudiosos de partidos progresistas en América Latina han notado que los proyectos de este tipo que consiguieron éxito electoral tuvieron en sus inicios que apostar por conquistar victorias en el nivel municipal, las cuales les permitieron desarrollar operadores políticos y experiencia de gestión.

En diversos medios de comunicación y círculos políticos se asume que la división dentro de un partido o un sector político es siempre problemática, porque debilita a las organizaciones y resta posibilidades electorales. Sin embargo, ello no siempre es así. La construcción de proyectos políticos exitosos depende en buena medida de un proceso histórico de acumulación de fuerzas, en que las rupturas son episodios normales y hasta saludables. En el caso del Frente Amplio, una potencial división podría abrir un proceso de aprendizaje que, en el largo plazo, serviría para incrementar las opciones electorales de una alternativa de izquierda.