Los nombramientos de Ana Jara como presidenta del Consejo de Ministros y del ex presidente del Congreso Freddy Otárola como nuevo ministro de Trabajo demostrarían que al presidente Ollanta Humala se le acabaron los técnicos independientes para los puestos claves del Ejecutivo y que se habría dado cuenta de que en esta última etapa de su gestión requiere cuadros políticos de su entera confianza.
La tarea no es fácil para Ana Jara. Disputar el liderazgo del ministro Castilla que impone sus lineamientos económicos, muchos de ellos lejos de lo que se requiere hoy en día para reactivar la confianza de los inversionistas privados, nacionales y extranjeros, y agilizar la inversión pública, es una dura tarea, en especial porque las últimas medidas no reactivan el aparato productivo del país. Si la primera ministra, con una adecuada asesoría planteara un cuadro virtuoso para la economía que incluyera: incremento salarial mínimo vital, abaratamiento del crédito, política monetaria de apoyo a la manufactura nacional, impulso al agro, mypes y pymes, postergar el pago obligatorio de los independientes a la ONP y a las AFP, etc. algún éxito se lograría. Además, para Ana Jara los temas de la descentralización y los gobiernos regionales y locales no son lejanos. Ella también tendrá que lidiar con la tarea de un canon exiguo, casi la mitad de lo que se tenía que gastar en el año 2012 y que la pondrá en aprietos por los requerimientos de las nuevas autoridades que serán elegidas en el mes de octubre. Este será uno de sus retos más importantes en los próximos meses, para lo cual se requiere eficiencia en los gastos de la inversión pública descentralizada.
Asimismo, Ana Jara tendría una tarea política de enorme trascendencia: trabajar para que su bancada no se fracture pues eso debilitaría al nacionalismo y haría más complicado coordinar con las otras fuerzas políticas una mínima agenda para la convivencia de los próximos 24 meses. Con los sectores empresariales, sin embargo, no ha tenido los contactos y experiencia que su cargo le demanda. En las actuales circunstancias tendrá que hilar fino y no asumir compromisos que pongan en riesgo todo lo avanzado en preservar el medio ambiente.
Respecto de los programas sociales, la nueva primera ministra ha pasado por la experiencia del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social y conoce bien la situación real y la urgente lucha por reducir la desnutrición infantil y la anemia. Es una obligación del Estado peruano continuar con programas como Qali Warma, Juntos, Pensión 65 y Beca 18.
He dejado para el final lo que muchos analistas se han empeñado en señalar cuando juzgan a Ana Jara. Se la califica como la vocera de la primera dama, y se afirma que el poder real de este gobierno fracasa por las decisiones que ella adopta y que representan un problema para la democracia. Lo cierto es que las órdenes e instrucciones de este gobierno deben estar impartidas por el presidente de todos los peruanos hasta el 28 de julio en que acabe el mandato de Ollanta Humala.
Pero sobre todo, Ana Jara debe entender, por el bien de la democracia y el Estado de derecho, que 11 millones de ciudadanos votamos en el 2011 por un plan de gobierno aún postergado y por una forma nueva de hacer política. La reciente formación de la bancada Dignidad y Democracia con los disidentes de Gana Perú, expresa un tema tan importante como la designación de Jara al mando del Gabinete Ministerial. Es evidente la necesidad gubernamental por liderar dos espacios donde han ido perdiendo poder y necesitan recuperarlo.
Las responsabilidades encomendadas son muchas y muy amplias. No obstante, la tarea de apoyar y cooperar en el cargo de la Presidencia del Consejo de Ministros requiere de la confianza del presidente Ollanta Humala y Ana Jara afortunadamente la tiene.
Esperamos por el bien del país que su trabajo sea exitoso.