Los estadounidenses hemos tenido la reputación de ser turistas terribles durante mucho tiempo. En los años previos a la pandemia, empeoramos aun más.
Innumerables personas se benefician y dependen del turismo. Pero los viajeros también han contribuido al cambio climático, han destruido los arrecifes de coral y han expulsado a los residentes de las ciudades que alguna vez fueron elogiadas por su habitabilidad. En el 2019, los aviones de pasajeros lanzaron cantidades récord de emisiones de carbono al aire. Ese mismo año, el Monte Everest estaba lleno de tanta basura que China cerró el campamento base que está al lado del pico a los turistas sin permisos para escalar. El Louvre se llenó tanto que los trabajadores salieron en protesta.
No son solo los estadounidenses los culpables de este lío. Hubo 1.500 millones de viajes internacionales durante la noche en el 2019, según la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas. Los europeos representaron aproximadamente la mitad de estas estancias; los asiáticos, una cuarta parte.
Luego la pandemia forzó un reinicio. Ahora que estamos viajando de nuevo, tenemos la oportunidad de marcar el comienzo de una era mejor. Para hacer eso, necesitamos viajar menos y con más cuidado.
La última vez que usted planeó unas vacaciones, probablemente dedicó mucho tiempo a la investigación. Es posible que haya comparado los costos del hotel y las calificaciones de los restaurantes. ¿Y qué pasaría si, además de preguntarnos por cómo maximizar nuestro disfrute, dedicásemos también un tiempo a considerar el impacto que tendrá nuestra presencia?
Acercarse a viajar de esta manera requiere un cambio de mentalidad. Puede ser más placentero explorar fotos de hoteles cinco estrellas que revisar el Informe anual de cruceros de la organización Red Amigos de la Tierra. Pero hay una recompensa: preocuparnos por los lugares a los que viajamos y las personas que viven allí puede hacernos sentir más conectados con ellos.
Algunos cambios simples en la forma en que planificamos nuestros viajes pueden ayudar. En lugar de seguir a las multitudes, los hashtags o los ‘influencers’, busque fuentes de inspiración antiguas, desde lugares mencionados en sus libros favoritos hasta recuerdos de las vacaciones de su infancia.
Pregúntese qué tipo de viaje está buscando. Luego busque una versión menos popular del lugar que tenía en mente inicialmente.
Por supuesto, siempre es importante estar atento a las restricciones de viaje y las recomendaciones de los lugares que desea visitar, especialmente ahora, debido al COVID-19. Asegúrese de cumplirlas en su totalidad, por su propio bien y la seguridad de los demás.
Los gobiernos y las corporaciones tienen más poder cuando se trata de administrar el turismo –dice Epler Wood, la directora gerente del programa de Gestión de Activos de Turismo Sostenible en la Universidad de Cornell–, pero casi siempre optan por un enfoque de “más es mejor”. Las decisiones sobre, digamos, cuántos vuelos pueden aterrizar en Maui, a menudo están desconectadas de los deseos y el bienestar de las comunidades locales. Por eso nuestras propias decisiones como viajeros son cruciales.
Algunos de los cambios más fundamentales que podemos hacer comienzan en casa. Xavier Font, profesor de márketing de sostenibilidad en la Universidad de Surrey en Gran Bretaña, cree que a menudo viajamos para escapar de la infeliz vida cotidiana.
Un antídoto, entonces, sería encontrar más alegría en nuestra vida diaria. Por ejemplo, podemos comenzar por conocer mejor a nuestros vecinos y vecindarios, como hicieron muchas personas durante la pandemia.
Cuando viajar es algo tóxico, los lugareños son los que más sufren. Pero también los turistas. Ser empujado por una multitud no es forma de apreciar una gran obra de arte. Si continuamos explotando los dones del mundo, es posible que los perdamos.
Planificar menos viajes, más largos y más significativos puede significar recuerdos y destinos más duraderos.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times