El asedio al Capitolio por parte de insurrectos a favor del presidente estadounidense Donald Trump requerirá un examen de conciencia entre los miembros del Partido Republicano.
Una base evangélica creciente del sur y del oeste empujó al partido a reemplazar su republicanismo moderado, bipartidista y de campaña (de mediados del siglo XX) por una versión más conservadora. Bajo Dwight Eisenhower, el partido había hecho las paces con el aprovisionamiento social del ‘New Deal’. Incluso en los 70, Richard Nixon aprobó legislación que ampliaba las agencias reguladoras federales. Sin embargo, con Ronald Reagan, los republicanos recortaron drásticamente las regulaciones gubernamentales y el partido reforzó su base evangélica.
Los últimos 40 años de neoliberalismo liderado por republicanos dejaron a grandes segmentos de la base social del partido, como a muchos estadounidenses, con niveles de vida en declive. La crisis económica de Estados Unidos abrió nuevas vías para que políticos calculadores explotaran los resentimientos culturales blancos en busca de beneficios.
Donald Trump defendió ideas que habían estado surgiendo entre las bases republicanas desde finales del siglo XX. Su gran talento político ha sido ver el alcance de estos resentimientos y hablar de ellos. Su control sobre sus partidarios no es solo un culto a la personalidad, sino que se basa en un conjunto de ideas arraigadas y cada vez más generalizadas dentro del partido.
Estas ideas tienen precedentes en la política republicana. En el condado de Orange, California, los republicanos ya habían colocado guardias uniformados en 1988 en las afueras de los centros de votación cuando circularon rumores de que los demócratas planeaban transportar extranjeros a los distritos electorales. La genialidad de Trump fue reconocer la oportunidad de movilizar dichos resentimientos.
Las élites del partido llegaron a un acuerdo fáustico para asegurar recortes de impuestos para los estadounidenses adinerados, desregulación favorable a las empresas y elecciones conservadoras de la corte. Comprendieron que en un mundo de ansiedad económica, tales políticas generarían mayorías. Es muy probable que la combinación exitosa anime a muchos republicanos a seguir abrazándola.
El estilo de populismo autoritario personalista de Trump es solo suyo. Pero el republicanismo de Trump siempre ha sido más que eso. Ha forjado lo que probablemente sea el plan republicano para el futuro.
–Glosado y editado–
© The New York Times
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