Aunque esta pandemia nos ha hecho fijarnos en cómo funciona la ciencia, aún nos falta mucho por aprender. El ‘vacunagate’ nos lo deja en claro. Tras escuchar acusaciones, por un lado, y justificaciones, por el otro, muchos no están seguros si la vacunación irregular, con una sustancia autorizada para ser utilizada solo en un ensayo clínico, califica como falta ética, como delito o como ambos.
Pero quizás lo más grave es que hay quienes consideran que, en un caso como este, una falta ética resultaría menor. Nada más alejado de la verdad. Hablamos de una investigación científica que va a generar conocimiento y que nos va a ayudar a superar más rápido esta emergencia.
En el caso del COVID-19, la investigación busca una vacuna que ayude principalmente a que las personas no desarrollen un cuadro grave de la enfermedad, evitando así su hospitalización y reduciendo las posibilidades de un desenlace fatal. Tras experimentos en laboratorio y pruebas con animales –en las que se diseña el medicamento y se acumula evidencia para predecir cómo interactuará la sustancia con el organismo–, se llega a la etapa final: los ensayos clínicos. Esta es la parte más complicada, pues las sustancias serán estudiadas en personas para determinar la dosis exacta, su eficacia y su seguridad.
Aunque las normas éticas existen en toda la investigación, es en los ensayos clínicos en donde los cuidados se incrementan: aquí son fundamentales el respeto hacia los participantes y, sobre todo, la garantía de su seguridad.
En abril pasado, se aprobó el documento técnico “Consideraciones Éticas para la Investigación en Salud con Seres Humanos”. Este resalta la importancia de que las investigaciones se realicen de manera ética, adoptando estándares internacionales y promoviendo la integridad científica.
Entre otras cosas, el documento establece las responsabilidades de los investigadores. Además de contar con las cualificaciones pertinentes y con capacitaciones en ética de la investigación en seres humanos, se les pide someter sus estudios a constante revisión ética; comunicar oportunamente las desviaciones, modificaciones o enmiendas al proyecto; garantizar los procesos de consentimiento informado; mantener una conducta responsable en la investigación; etc.
En el ‘vacunagate’, se usó un lote no autorizado fuera del ensayo clínico; se aplicaron vacunas fuera del centro de investigación; se decidió ‘a dedo’ quién debía recibir la sustancia; y, aparentemente, se estaba realizando una investigación adicional sin las autorizaciones necesarias.
En esta pandemia, los ensayos clínicos son claves para el desarrollo de vacunas. No podemos permitir que se dejen de lado normas fundamentales de investigación para perseguir logros personales. Todos debemos remar hacia el mismo lado.
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