(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Cécile Blouin

La migración venezolana ya forma parte de nuestro entorno. Detrás de esta población migrante sobre la que se habla como un todo uniforme existe un grupo en la sombra: los niños y niñas. Solo el año pasado, más de 2.500 menores venezolanos fueron reconocidos por la Superintendencia Nacional de Migraciones. ¿Quiénes son? ¿Cuántos son adolescentes? ¿Cuántos tienen menos de 3 años? ¿Cuántos llegaron solos? ¿Cuántos tienen algún problema de salud? No lo sabemos. 

Sí sabemos que –más allá de números– estamos ante un movimiento migratorio con características inéditas para el caso peruano. Solo ello debería justificar cuestionarnos sobre las necesidades de los recién llegados. 

Una primera necesidad de los niños es un mecanismo de regularización migratoria que les permita ejercer otros derechos. El permiso temporal de permanencia (PTP) es clave en ese sentido. El PTP es un mecanismo excepcional que atiende de manera inmediata a los flujos de gran volumen. En concreto, es un documento distinto al carnet de extranjería que autoriza la residencia de forma regular en el Perú por un año. Hasta ahora, los niños y niñas representan el 12% de esta población venezolana (y seguimos contando, pues cada mes entran en promedio 8.000 venezolanos al país). Además, en enero se amplió el PTP para aquella población venezolana que ingrese hasta fin de año. 

Pero ¿qué pasa una vez vencido este permiso? El PTP no es renovable, y las personas pueden residir de forma regular en el país con otra calidad migratoria denominada la especial residente, esta dura un año y es renovable. Pese a ello, vale la pena (sobre todo tratándose de niños) pensar en permisos más largos, para una migración que se está volviendo parte del panorama y no tan especial ni temporal.  

Más allá de la situación migratoria, existen otras necesidades. El tema de la salud nutricional es primordial tomando en cuenta el contexto actual del país vecino. El lunes, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó su informe temático sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela. En un contexto de desabastecimiento de alimentos, se reporta que el 54% de los menores de 5 años sufre de desnutrición o está a punto de padecerla en cuatro estados de Venezuela. Esto requiere una atención específica a los niños y niñas que llegan al Perú en cuanto a su alimentación.  

Para esto, no solo es importante el acceso económico a ella vía el trabajo de sus padres o familiares (lo que presenta una serie de desafíos vinculados, entre otros, a la alta informalidad), sino que el Estado debe pensar en medidas específicas para esta población mediante el acceso a programas sociales ya existentes. ¿Cómo accedo a programas sociales si no tengo carnet de extranjería? ¿Cómo accedo si no estoy considerado como “pobre” por mi condición de extranjero? 

Además, los niños y niñas que están llegando al país van a insertarse en las escuelas. Allí pueden existir, por ejemplo, barreras administrativas, fáciles de cambiar. Ahora se requiere un pasaporte, partida de nacimiento o DNI para matricular a un niño al colegio. Debería ser suficiente la presentación del PTP u otro documento de identidad, como cédula venezolana. Una problemática más difícil de enfrentar es la discriminación escolar. Es necesario empezar a desarrollar una política intercultural con la variable migrante que incluya a los y las docentes, los padres de familia, pero sobre todo a los niños. 

Estas son solo algunas de las grandes necesidades que dan bases para construir una política migratoria infantil pensada desde el niño migrante, que tan poco conocemos.