El gobierno ha hecho bien en suspender los vuelos de Asia y Europa. Ha hecho bien, también, en suspender las clases de colegios, universidades e institutos.
El gobierno no ha hecho bien otras cosas.
Cuando el presidente Vizcarra anunció el primer caso, el 6 de marzo, aseguró que su gobierno había dispuesto “todas las medidas necesarias para enfrentar una situación de este tipo”.
Frente al primer caso latinoamericano, el infectólogo Manuel Espinoza Silva, del Instituto Nacional de Salud, advirtió que las “personas que ingresan al país deben tener un control por parte de las autoridades de nuestras fronteras” (www.unmsm.edu.pe/noticias, del 26 de febrero).
Sus declaraciones se publicaron el mismo día en que se confirmó el caso en Brasil. El mismo día, también, entró el virus al Perú.
A pesar de la recomendación del especialista del INS, no se tomó ninguna medida con relación a los viajeros que llegaban específicamente de Europa. Todos los casos siguientes provinieron de ese continente.
Grupos de turistas chinos han llegado, sin revisión, hasta inicios de febrero, según información de particulares. Hasta el martes 10 de este mes hemos conocido de pasajeros con escala en Madrid, sin que se les haya preguntado nada.
El control extensivo en el aeropuerto recién comenzó el miércoles 11 de marzo. El jueves 12, Gunter Rave entrevistó a turistas franceses. Seguían su viaje por el Perú sin indicación sobre aislamiento.
La revisión de condiciones sanitarias en el aeropuerto permitió conocer un problema que no es del gobierno, sino de la sociedad: el robo del jabón líquido en los baños. Lo mismo que sucede en hospitales del Minsa.
No hay gobierno que sea capaz de lidiar con este mal. Desde el robo de jabón hasta las coimas presidenciales, la sustracción atraviesa la sociedad.
Ningún grupo humano puede sobrevivir si predomina en él la conducta sustractora. El fenómeno ha crecido, aunque aún no predomina.
El COVID-19 nos coloca ante esta realidad de horror: el aumento masivo del espíritu roba-jabón. No hay forma de combatirlo si no es con autoridad moral.
La autoridad moral no viene del aplauso, sino del reconocimiento.
La autoridad moral la gana quien se autolimita por sus propias normas, no quien las infringe. La gana quien es eficiente, pero, sobre todo, transparente.
Se debe encarar la epidemia y se debe ayudar al gobierno a resolver.
Más del 60% de los colegios públicos no tiene servicios de agua potable. El jabón puede llegar rápido, pero ¿las tuberías de agua potable?
Los sectores menos favorecidos tienen más personas vulnerables. No se ha dicho nada sobre la nutrición y la disposición a la infección.
Se debe evitar a toda costa que el virus salte la barrera social. Por ahora se relaciona con contactos que vienen de Europa. El contagio no debe toparse con la tuberculosis, el dengue o la desnutrición crónica.
Algunos grupos en los sectores con mayor poder adquisitivo se lanzan a un absurdo acaparamiento. El gobierno debe demostrar por qué no habrá escasez.
Hay desconfianza. La autoridad debe decir si va a haber cuarentena estricta o no. La especulación viene de la desinformación.
A la desinformación no puede agregarse la represión. El presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, parece inclinarse hacia ese lado.
Se dispone el aislamiento por 14 días a los que lleguen de Italia, Francia, España y China. Cualquier incumplimiento del aislamiento, ha dicho Zeballos, será considerado delito, según el art. 289 del Código Penal.
Se anuncia control policial “para sancionar a quienes especulen con los precios de los productos”. Un caso de represión de precios ocasionaría una ola de acaparamiento y mayor especulación.
Este anuncio debe corregirse de inmediato. Y debe corregirse la falta de comunicación.
Los guías de turismo no tenían, hasta el jueves al menos, ninguna indicación de qué hacer con los turistas que todavía llegaban. Los hoteles no tienen instrucciones sobre qué hacer con los hospedados.
Hay mucho que replantear. El gobierno debe olvidarse de la popularidad. Para combatir el virus, debe empezar por decirnos la verdad. Ese, recién, será el punto de partida.