Nuestro presente político es tan depresivo que mirar al futuro se vuelve un valioso antídoto. Aunque, como seguimos analizando política, es inevitable que la visión venga con susto y ansiedad.
Aunque formalmente faltan poco menos de dos años para las elecciones generales, el hecho de que la mayoría de los que quieran postular deba estar inscrito en un partido antes del 12 de julio está agitando el avispero. Es por eso que la semana pasada hemos conocido la inscripción del expresidente Alberto Fujimori en Fuerza Popular y la del empresario Carlos Añaños en Perú Moderno, entre otras.
En el caso de Fujimori, como en el de Martín Vizcarra, son figuras que hoy no cumplen los requisitos para postular, pero podrían tener capacidad de endose. Mucho más en el caso de Fujimori, pues, más allá de las discusiones que ha tenido en el pasado, su endoso sería a favor de su propia hija, su propia sangre, y no a un personaje que se encuentre por ahí (como lo hizo Vizcarra con Salaverry en el 2021). Dicho sea de paso, Fujimori ya pagó buen tiempo por sus delitos y fue indultado. En el caso de Vizcarra, no veo la misma proactividad que la fiscalía tuvo con otros políticos con acusaciones como las suyas. El político de TikTok debería estar preocupado porque ya no veremos ni su pijama ni a su perrita desde la Diroes.
Tenemos 28 partidos que ya cuentan con inscripción y 19 en proceso de obtenerla. Estos números son absurdos, pero reales. En parte, se debe a que este Congreso (no me cansaré de decirlo, anti-institucional y tolerante con la impunidad e ilegalidad) decidió modificar las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO).
Pese a que hay críticas válidas a ese modelo, las PASO tenían una estructura que ha sido dejada de lado. Se flexibilizaron los requisitos para inscribir los partidos, pero se establecía una elección previa que hacía las veces de filtro. Nos hemos quedado con los partidos, pero sin la norma que aplicaba el filtro.
¿Qué hacemos ahora? Debemos trabajar en fórmulas para promover alianzas. Incluso si algunos partidos piensan que no las necesitan.
Existen planteamientos que proponen que el efecto de la alianza no sea un ‘castigo’ con un punto adicional para pasar la valla. También he escuchado de una propuesta que plantea que al menos se reduzca el número de candidaturas presidenciales y se aliente la idea de planchas colectivas o frentes electorales. Esto es, que las alianzas podrían tener una misma ‘locomotora’ presidencial y opciones distintas para las listas parlamentarias. Esto supone un incentivo para que cada partido apoye a cierta plancha y lleve su propia lista al Congreso, evitando así disputas por los espacios en las listas.
No creo que esto resuelva problemas estructurales (tendríamos igual un Congreso fraccionado), pero vale la pena abrir pronto este debate y tomar medidas realistas y no la de los reformólogos más soñadores.