En 1854 Juan Espinosa comparó la tradición republicana a un “libro descuadernado” cuyas páginas pocos peruanos leían y menos recordaban. Para avivar el recuerdo, decidió escribir un diccionario republicano. Editado en medio del escándalo de consolidación de la deuda, Espinosa señaló a la corrupción como responsable del “cataclismo de desmoralización social” que amenazaba los cimientos de la república. No es, entonces, una mera coincidencia que un veterano de Ayacucho escogiera el momento de eclosión de la cultura de la rapacidad para recordar que las repúblicas hispanoamericanas contaban con un proyecto político y una ideología capaz de resguardarlas en tiempos de crisis.
La proliferación de los “ciudadanos idiotizados”, a los que se refiere Fernando Savater muestra que la amnesia colectiva ocurre no solo en el Perú, sino en buena parte del mundo. Vale la pena recordar que hace algunos años un grupo de intelectuales imaginaron un escenario en el cual la destrucción del pasado o de los mecanismos que vinculaban la experiencia contemporánea con la de las generaciones previas sería la norma. En ese contexto, el británico Eric Hobsbawm vaticinó que los hombres y mujeres del siglo XX tardío vivirían en un presente permanente, sin relación alguna con el tiempo pretérito.
Para que la política se someta al crimen organizado, como está ocurriendo en México y también en el Perú, es necesaria la abdicación de la política institucional pero también la inoculación del virus de la indiferencia y el olvido. Porque resulta inaceptable que la municipalidad, “piedra angular de la vida republicana”, según José Faustino Sánchez Carrión, se convierta en el botín de los que se “olvidaron” del interés colectivo. Aunque no hemos llegado a los extremos de Iguala de la Independencia, cuna de la bandera mexicana pero también de la narcopolítica causante de la reciente masacre de decenas de estudiantes, el Perú se enrumba por un camino similar. Si queremos evitarlo, es necesario recordar nuestra verdadera identidad. Somos una república fundada para traer justicia, igualdad, paz y felicidad a todos sus ciudadanos.
Para varios testigos, los alumnos de la Normal de Ayotzinapa en el estado de Morelos fueron asesinados, desmembrados y tirados a una fosa a la que sicarios –al servicio del presidente municipal– le prendieron fuego. Un miedo profundo se respira en México y no hay vínculos colectivos que puedan escapar del “magnetismo de la perversidad criminal” que ya acumula decenas de miles de víctimas.
Raúl Porras Barrenechea propuso actualizar los principios republicanos –ciudadanía, justicia, libertad, igualdad, dignidad y paz– mediante la lectura de nuestros clásicos, porque era en los escritos de los constituyentes de 1822 y de los convencionales de 1856 donde se formaron los moldes del republicanismo peruano. En el escenario cruel en el que nos ha tocado vivir, “celebrar” el bicentenario de nuestra independencia significa recordar (pasar por el corazón) lo que nos une. Esto practicando, además, la acción colectiva que ayudará a que la república imaginada sobreviva en cada aldea, distrito, provincia y departamento. Ese será el mejor homenaje que ofreceremos a quienes nos legaron el Perú decente que una mayoría silenciosa renueva, día a día, con su trabajo honrado.