Cuando el cóndor alza su vuelo, lo vemos majestuoso surcando la Cordillera de los Andes. Así observé hace dos años a varios volando en el valle del Colca, en Chivay, Arequipa. Es nuestra ave fénix, pero no sale de las cenizas, sino de los volcanes. El cóndor, cuando está feliz, planea, juega con el viento, se pasa a la selva y, si le da la gana, llega a la costa y divisa desde los altos, como si fuera un avión, esa franja marrón con espacios verdes que en quechua llamamos ‘chala’ y que, por lo demás, queda también en Arequipa, la tierra de mi abuelo materno y de donde viene la palabra ‘chalaco’ o ‘chalaca’, como llamamos a los nacidos en el Callao. A lo que todos llaman en términos futbolísticos ‘chilena’ nosotros decimos ‘chalaca’, porque se cuenta que esta hermosa pirueta se efectuó por primera vez en el Perú antes del Mundial de 1930, ejecutada por un jugador chileno.
Pero ¿qué tiene que ver el vuelo del cóndor con la democracia? Valga la metáfora porque la política ha tocado fondo entre nosotros y, claro está, la democracia ha quedado herida de muerte, así como un cóndor viejo cuyas alas no le dan para levantar vuelo o, si lo hace, vuela poco. Se queda dando vueltas por ahí, no puede llegar a la costa, a la selva o a la montaña, como los peruanos llamamos a la selva alta, que puede llegar hasta los 2.000 metros.
Nuestra llamada democracia, que era de baja calidad y ahora es de bajísima calidad, debe fortalecerse para volar como un cóndor joven. Ahora las encuestas nos dicen que a un mayoritario porcentaje le da lo mismo vivir en democracia que en dictadura. Indiferencia total, derrotismo, abulia. Para resucitar a nuestra alicaída democracia, debemos pensar como Grau y Bolognesi, que dieron su vida por la patria. Hay que emularlos para luchar contra un enemigo que se está metiendo entre nosotros como los tres anteriormente mencionados, cuando vemos que lo poco que queda de la casa que tanto costó construir se viene abajo. Entonces, miramos al caudillo, que es un dictador, y lo llamamos para que nos salve. Alguien como Bukele y Putin, según reciente encuesta de Datum.
Pero me pregunto, ¿votaría usted para presidente de la República o para cualquier cargo público por un excondenado por homicidio, secuestro agravado, terrorismo, tráfico de drogas, rebelión y sedición contra el Estado de derecho, violación sexual, colusión, entre otros delitos? ¿Vendería su alma al diablo? Porque esos delincuentes no se han arrepentido públicamente de sus delitos. Uno balbuceó una especie de arrepentimiento que en el fondo no lo es (Alberto Fujimori) y el otro se vanagloria y envanece de su delito y nos lo espeta en la cara (Antauro Humala).
Los peruanos, aquellos que creemos que podemos salir del fondo donde estamos y sabemos lo que significa trocar libertad por seguridad, debemos denunciar públicamente a esos lobos vestidos de ovejas, porque queremos una nación de personas iguales, libres, dignas y que nos autogobernemos. Se ha iniciado el vuelo del cóndor.