Domingo, siete y treinta de la mañana, por la ventana de mi casa veo la frondosa copa de una ponciana que es cruzada por varios cables no sé si de luz o teléfono, pero varios a la vez. De pronto, una ardilla equilibrista se desliza fuera de la copa del árbol utilizando el cable y se dirige a un poste en donde hay una encrucijada de alambres para irse en rumbo predeterminado hacia otra copa de árbol. Su preciada meta será, tal vez, los huevecillos de una paloma que ha dejado el nido por un momento.
Estos no son los inofensivos “Chip y Dale” de Disney, esto es naturaleza pura y dura, fauna urbana sobreviviendo en medio del fárrago del smog, la gente, el tráfico y la indiferencia.
Cuando yo era pequeño las únicas ardillas que vi en Lima estaban en la televisión, en lugares tan lejanos como los bosques de Yellowstone o en el vecindario de “Punky Brewster”, y entonces la pregunta se cae de tan madura como las bellotas (otro ignoto producto de estos lares) que comen las ardillas en Central Park de Nueva York: ¿en qué momento las benditas ardillas que no eran animales endémicos de aquí se convirtieron en animales silvestres de una parte de la ciudad?
La respuesta exacta quizás no la sepamos nunca. El involucrado es el hombre, involuntariamente o no, pero es el hombre. Alguien las introdujo subrepticiamente (sé que son endémicas en algunos bosques del norte del Perú) y se escaparon o las dejaron escapar y se convirtieron en el eslabón de una cadena alimenticia en la que las palomas pagaron el pato.
Intentemos un esquema que puede tener tintes de especulación puesto que no he encontrado ningún estudio al respecto (me temo que los que estudian la vida animal solo se enfocan en el área silvestre y rara vez en la fauna urbana) pero no deja de tener lógica: algunos animales han sido introducidos ex profeso y, me atrevería a decir, extraoficialmente para controlar a otros animales. Los famosos gatos de Miraflores podrían haberse utilizado en realidad para controlar a los roedores de la zona. Dicen que San Isidro está lleno de ratas. ¿Alguien ha visto gatos sueltos en San Isidro?
Las ardillas pudieron ser introducidas para controlar a la población de palomas de algún club escapándose de su entorno para invadir otros hábitats. Lo mismo sucede con la aparición mucho más reciente de cernícalos y aguiluchos. Cerca de mi trabajo hay un parque en el que todas las mañanas un avechucho grita (no sabría discernir a qué especie pertenece) mientras va y viene persiguiendo a palomas y ¡ardillas! La naturaleza sabe cómo cobrarse su revancha, sin duda.
Estando el arte de la cetrería en aumento en Lima, ¿no se estarán poblando los aires de la ciudad de especies no endémicas? Solo falta que aparezca algún día el águila calva americana desplazando a nuestras cuculíes y allí sí tendríamos una evidencia palpable de la penetración imperialista yanqui que todo lo consume. Faltaba más.