“Brevetes de historia universal del Perú”, el reciente libro de Fernando Iwasaki, es un conjunto de prosas literarias breves, con personajes diversos y un tema común. Todos los protagonistas de estas historias son parte de la historia de nuestro país. Hay políticos, empresarios, artistas, cantantes, militares, habitantes de todos los siglos. Todos son peruanos y, por lo tanto, tienen un mismo destino: una relación difícil con el resto del universo.
Una de las prosas que más he disfrutado en este libro es la que concierne a la primera artista hispanohablante que puso su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. En 1957, antes que Carmen Miranda, Dolores del Río y Xavier Cugat, según me entero, la chalaca Yma Sumac (que en realidad se llamaba Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo) ya era un “fenómeno vocal”. Según afirma Iwasaki, ya llevaba “más de cuarenta millones de discos vendidos en todo el mundo”. Su fama era incluso superior a la de su compañero en la película “Secret of the Incas”, Charlton Heston. Su enorme talento para la música, sin embargo, no pudo imponerse a las divisiones y prejuicios de la época. Yma Sumac se veía encasillada en papeles asignados a “una cusqueña, una mexicana y una cantante persa”. En una ocasión se presentó a un casting para un papel de piel roja en una de las últimas películas de Clark Gable. Sin embargo, fue rechazada por no parecer demasiado india. Fue entonces que dio una conferencia de prensa en quechua. Solo usaba el idioma cuando estaba furiosa.
El libro de Iwasaki es un conjunto de relatos literarios sobre personajes históricos peruanos. Algunos son conocidos como Atusparia, de cuyo gran entierro en Huaraz nos enteramos. Otros personajes como Isabel Barreto, una gran navegadora, con fama de audaz, aventurera y cruel en la represión a un motín, retrata a un gran personaje que ha sido motivo de una estupenda novela de Ernesto Pinto. Otro personaje extraordinario, Ruiz de Montoya, aparece en un retrato breve y preciso. La relación entre los guaraníes y Ruiz de Montoya es uno de los capítulos más interesantes de la religiosidad latinoamericana.
Iwasaki nos hace ver cómo, de un modo deliberado o inconsciente, los personajes peruanos se conectan con el resto del universo. Es lo que ocurre en uno de los textos más deliciosos del libro: “La arequipeña de James Joyce”. En el retrato sobre Francisca Pizarro, la primera mestiza, Iwasaki imagina con toda razón que el quechua regresó a sus labios durante sus últimos días viviendo en Madrid.
Otro texto narrativo impecable es el que se refiere a un inglés, Peter Dennis Daly, que vivía en Lima con su esposa peruana y sus diez hijos limeños. Daly fue uno de los pasajeros del Titanic. Al momento de la famosa colisión en la madrugada del 15 de abril de 1912, el señor Daly bajó al camarote para cambiarse y escondió su plata en una correa especial. Logró encajarse un chaleco y se tiró a las gélidas aguas del Océano Atlántico. Después de nadar hacia distintos botes salvavidas, fue aceptado en uno de ellos solo porque era padre de familia numerosa. Daly se salvó, y al llegar a Nueva York denunció la falta de botes para pasajeros más pobres de la nave. Su testimonio ayudó a confirmar que la orquesta del Titanic se quedó tocando “Nearer my god, to thee” hasta poco antes del hundimiento. El señor Daly murió en Lima en 1932. Es uno de los olvidados de la historia que ahora este libro recoge con un trazo fino y preciso.
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