“Soto no es el líder inspirador que el Parlamento requiere”.
Pasados 100 días desde su “elección” como presidente del Congreso, Alejandro Soto sonríe satisfecho por los resultados alcanzados en lo que va de su gestión, signada –durante los primeros 30 días– por la sucesión de escándalos que, como en un juego de rompecabezas, fueron revelando aspectos desconocidos de la vida y obra de un congresista que, hasta entonces, había pasado casi completamente desapercibido en el pleno del Congreso. La foto final que emerge del rompecabezas de revelaciones periodísticas no es muy favorable que digamos, como se revela en las encuestas de opinión pública que equiparan la impopularidad personal de Soto con la del Congreso como un todo. Pero, pasado el diluvio de revelaciones del primer mes, Soto ha comenzado a sentirse a gusto al frente del Congreso. Ha logrado darle un cierto “orden” a las sesiones del pleno. Ahora se sesiona todos los miércoles y jueves y, ¡oh milagro!, las sesiones comienzan a la hora en punto y terminan a una hora humana. En el plano formal, en la burbuja de un mundo paralelo tan peculiar como es la política, estamos frente a un eficiente presidente del Congreso. Y nada más.
Y es que, si alguna vez alguien soñó con tener un presidente del Congreso capaz de devolverle la confianza a la ciudadanía en este gran poder del Estado, ese alguien debe sentirse profundamente defraudado. El señor Soto no es ni ha sido en estos 100 días el líder inspirador que el Parlamento requiere. No ha orientado los debates en dirección de los temas que realmente interesan a los ciudadanos ni ha hecho prevalecer sus extensos poderes para crear un clima propicio para la discusión de los grandes temas nacionales.
Ha sido simplemente funcional a los intereses y prioridades del bloque parlamentario que “lo eligió” (FP, APP, Perú Libre, etc.) y que sirve de soporte al Gobierno en esta división de poderes mediante la que el Ejecutivo y el Legislativo persiguen y vigilan sus particulares intereses –en el caso de la señora Boluarte, facilitar los viajes presidenciales y el telegobierno; y en el del Parlamento, el dispendio irrestricto del presupuesto congresal y la emisión de normas particularísimas como el retorno a la bicameralidad con reelección congresal incluida– sin que uno le haga las cosas difíciles al otro y viceversa.
Semejante nivel de pragmatismo político solo es posible por la desaparición –para todo efecto práctico– de la “oposición”. Hoy en día, los otrora opositores al gobierno de Pedro Castillo constituyen el nuevo oficialismo, mientras que los antiguos oficialistas (las izquierdas) siguen siendo oficialistas, aunque esta vez le brindan su apoyo a quien en voz baja todavía llaman “Dina asesina”. Muchos –entre ellos un amplio sector del empresariado y del ‘establishment’ intelectual de centroderecha– celebran esta ausencia de oposición y la confunden con “paz y estabilidad” (Boluarte dixit), ignorando que no hay nada más dañino que una democracia desbalanceada, de parecer unánime o uniforme.
Efectivamente, la verdadera democracia exige que se contrapongan pareceres y se fiscalicen las acciones de un poder y del otro. Lo contrario se llama contubernio. Y el contubernio parlamentario es lo que ha caracterizado a estos 100 días de gestión de Alejandro Soto.
“Alejandro Soto tiene una dirección acertada”.
El inicio del tercer año del período legislativo 2021-2026 tiene características muy distintas al período bajo mi presidencia. En ese momento, vivíamos bajo la constante amenaza del cierre del Congreso, con un gobierno que nos puso en alerta ante el riesgo de una ruptura del orden constitucional. Esa crisis llegó a su mayor tensión el 7 de diciembre del 2022, con el anuncio de autogolpe de Pedro Castillo. Los 100 primeros días de la actual Mesa Directiva (MD) presidida por Alejandro Soto, más allá de las críticas, ha logrado llevar adelante una agenda legislativa dentro de la búsqueda de consensos y diálogo permanente con las bancadas, que abona en la constante tesis de seguir construyendo institucionalidad, que es importante reconocer.
Presidir el Parlamento resulta difícil por la complejidad de dirigir un foro plural, con bancadas que tienen matices ideológicos diferentes. Por eso, cada tema tiene que ser debatido públicamente y es ahí donde la prudencia y apertura de quien preside el Congreso tiene que salir a flote, y esta presidencia está cumpliendo con responsabilidad esa tarea. En ese sentido, Alejandro Soto tiene una dirección acertada que ha permitido priorizar proyectos vinculados a la seguridad, educación y salud, coincidiendo con las preocupaciones de los peruanos. Cabe resaltar que en esta gestión se otorgaron facultades legislativas delegadas al Ejecutivo en materia de seguridad ciudadana, prevención de riesgos de desastres por el fenómeno de El Niño y obras de infraestructura.
El Congreso siempre está sujeto al escrutinio público. Sin embargo, es importante no confundir la legítima crítica a la representación nacional con la descalificación de la institución cuya permanencia en el tiempo tenemos que defender siempre. La defensa del fuero parlamentario continúa siendo una de las tareas más importantes para la presidencia y la MD.
Así como hemos logrado el consenso para aprobar leyes importantes, tenemos una mayoría que está dispuesta a defender nuestro fuero y las atribuciones constitucionales que corresponden al Legislativo. El debate que generó la posible sanción a la JNJ, en el que se han difundido grandes mentiras, ha encontrado en la representación nacional un amplio consenso en defensa de las funciones exclusivas y excluyentes de este poder. En un gesto destacable, Alejandro Soto publicó un comunicado rechazando la decisión de los jueces superiores de la Tercera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima de conceder inconstitucionalmente una medida cautelar a fin de paralizar el proceso en el Congreso. El respeto a las leyes y al Estado de derecho se basa en defender las atribuciones constitucionales de las instituciones. Una decisión judicial que vulnera la atribución fiscalizadora del Legislativo tiene que ser rechazada enérgicamente, más aún cuando, en su momento, el Tribunal Constitucional se pronunció estableciendo “la prohibición de interferir en las facultades exclusivas y excluyentes del Congreso de la República”.
Como congresista y expresidenta de este poder del Estado, reconozco y saludo las decisiones en defensa del fuero parlamentario que ha encabezado la presente gestión de Alejandro Soto y el colegiado de esta MD; tarea en la que nunca bajaremos los brazos, manteniéndonos firmes ante un grupo de personas que desea desestabilizar el Estado de derecho y sus pilares institucionales.