Fernando Vivas

En un retorno que debía ser triunfal, Gisela Valcárcel obtuvo seis puntos de rating. Magaly Medina, su eterna rival, le puso ‘la seis puntos’. El ha obtenido 6% de en la última encuesta del IEP. Pero esto es mucho más grave que la pelea por el rating. Es un indicador terrible del peligro que se cierne sobre la democracia. Se los diré en una sola oración.

Con una aprobación cercana a cero (90% lo desaprueba y 4% no precisa), el Congreso invita al desacato de sus leyes aprobadas y hace temer que su indolencia frente a la realidad lo llevará a aprobar barbaridades. Por ejemplo, una de ellas podría ser votar por un adelanto de elecciones para un período complementario. Es decir, no para un quinquenio nuevo que empiece en el 2024 (ya olviden el 2023) y acabe en el 2029, sino para un período de apenas dos años entre el 2024 y el 28 de julio del 2026. Es decir, institucionalizarían su precariedad y su mediocridad, desincentivando el lanzamiento de buenos candidatos.

Los seis puntos de aprobación más la retahíla de denuncias sobre el bufet para los plenos, las alfombras sobregiradas o la onerosa playa de estacionamiento son el vuelto de la opinión pública a la negativa congresal de aprobar un adelanto de elecciones. Sin embargo, ello mismo plantea un dilema al ‘adelantismo’ nacional. Si no se soporta a este Congreso, ¿cómo exigir la renuncia de para que el Parlamento gobierne en el ínterin, sin que existan en la Constitución plazos estrictamente definidos?

Por el contrario, cada vez es más tentador para el Gobierno subir su aprobación (15% en la misma encuesta) confrontando al Congreso. No está en sus genes ni en sus planes, pues ambos tienen un tácito plan de supervivencia; pero una pechada, aunque sea artificial o simbólica, podría darles réditos a Dina Boluarte y a Alberto Otárola. Vizcarra se armó de gobernabilidad, esencialmente, a punta de pechar al Congreso. Castillo intentó lo mismo.

¿Qué podría y debería hacer el Congreso y su presidente José Williams para siquiera remontar hasta los dos dígitos de aprobación y parar que le espulguen sus gastos íntimos? Para empezar, aprobar el adelanto de elecciones sin esa condición del período complementario, que sería una bofetada a todos los candidatos. Para continuar, hagan una reforma administrativa que simplifique el pago de los congresistas y los gastos que se hacen en función de ellos. Que necesitan comer en las sesiones largas del pleno, pues que lo hagan con su plata; que los de regiones hacen gastos extras, pues calculen asignaciones fijas y evítense el calvario de la rendición de cuentas; que quieren cambiar alfombras por gusto, pues aguántense con las que están. Libérense de trampas y camisas de fuerza. Legitímense.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor