El congresista Kenji Fujimori cree que el Congreso es un instrumento para sus fines personales. Quiere, a través de él, propiciar la liberación de su padre, el ex presidente Alberto Fujimori.
“Voy a luchar hasta lograr su libertad”, ha dicho. Como si la libertad de su padre fuera parte de sus tareas como legislador.
Kenji Fujimori no fue puesto en el Congreso por su padre. Fue elegido por parte del electorado para representar a la nación. Ni la nación ni la representación política deben usarse para buscar la liberación de una persona presa.
Respeto mucho el dolor de todas las personas con familiares presos. Sin embargo, los esfuerzos que cada uno pueda hacer por los derechos de sus parientes deben ser esfuerzos personales. No pueden ser encargo para una bancada o un partido.
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El congresista Kenji Fujimori cree que “ha llegado el momento de que Fuerza Popular asuma de una manera más activa la lucha para poder lograr la libertad de Alberto Fujimori”.
¿Luchar? ¿Qué cosa puede significar “luchar” en un Estado de derecho? ¿Acaso se refiere a presionar al gobierno, a chantajear con la fuerza política de la representación congresal? ¿Se refiere a las interpelaciones y censuras?
“Yo amo a mi padre y no me voy a quedar con los brazos cruzados”, ha anunciado. Resulta conmovedora su declaración de amor filial, pero absolutamente desatinada su iniciativa política.
A Kenji Fujimori no se le ha dado un poder político para que procure la libertad de su padre. Eso no puede ser tarea nacional de ningún congresista en particular.
Los congresistas son elegidos por un segmento de electores. No son elegidos para cumplir los deseos particulares de ese segmento. Son elegidos para representar a ese segmento en cuanto lo que ese segmento cree y quiere para la nación entera.
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El artículo 93 de la Constitución es muy claro. “Los congresistas representan a la Nación”. No representan al partido, a la familia o al padre de uno de los congresistas.
No es función de los congresistas “luchar” por la libertad de determinada persona condenada. El Congreso, además, no debe servir para mover las piezas del ajedrez político que se juega dentro de un partido determinado.
El congresista Kenji Fujimori parece querer presionar a su hermana, la señora Keiko Fujimori, presidenta de Fuerza Popular. Ha acompañado sus declaraciones con un reiterado “yo amo a mi padre”.
El hermano quiere asociar “amar al padre” con “Fuerza Popular debe luchar por la liberación”. Visto de otra manera, ‘el que no usa Fuerza Popular para liberar al padre no lo ama’. Parece ser, pues, un crudo chantaje emocional.
“No se usará el poder político para favorecer a familiares”, ha respondido la señora Fujimori en su cuenta de Facebook. Se refería a la iniciativa legislativa del congresista Vieira para dar arresto domiciliario a los mayores de 75 años.
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La señora Fujimori atribuye la iniciativa al presidente Kuczynski. Sugiere que a él le correspondería dar un indulto, si realmente quisiera esa liberación. La señora Fujimori se equivoca, porque esa también sería una salida a través del poder político.
Ni el Congreso ni el Ejecutivo están para cambiar las decisiones de la justicia. Ir por esa vía equivale a petardear las instituciones del Estado de derecho.
El único camino legítimo para la familia Fujimori es el de la anulación de la sentencia. Para ello necesitarían pruebas que lo ameriten. Eso tiene que ver con hechos que demostraran contenido fraudulento en el proceso. No tiene que ver con poderes políticos ni emociones filiales.
Es penoso tener que hablar de asuntos familiares ajenos. Sin embargo, el congresista Kenji Fujimori ha puesto sobre el tapete esos asuntos. No podemos permitir que use el Congreso para una esgrima que debió quedar entre las paredes de una casa.
La familia Fujimori tiene cosas de qué preocuparse como familia. Pero el país tiene muchísimas otras cosas de las cuales se deben ocupar sus autoridades.
Está bien amar a los padres, pero no a través del Congreso.