Matemáticamente, un conjunto vacío es aquel que carece de elementos. Es, aunque suene contradictorio, un grupo de cosas formado por nada. Un conjunto vacío es único. No existen en matemáticas dos conjuntos vacíos.
Pero uno puede enunciar el conjunto vacío de distintas maneras. Por ejemplo, el conjunto de números que no son pares ni impares. Los dinosaurios vivos. Y uno puede imaginar infinidad de otras formas: las personas que tienen más de mil años, las películas peruanas que han ganado el Óscar, los gatos que hablan, los habitantes de Marte, los canarios que comen tiburones, las posibilidades de que Perú vaya al Mundial de Fútbol, etc.
En política también hay varias definiciones del conjunto vacío: los políticos que no mienten, los congresistas eficientes, las casas de Toledo (según Toledo), la doctrina coherente del Apra, los gobiernos sin corrupción, los habitantes de la residencia de César Acuña en San Juan de Lurigancho, etc.
Y en relación al último de los mencionados (César Acuña) parece que su vida política es particularmente prolífica en la definición del conjunto vacío. Veamos algunos ejemplos: sus promesas electorales concretas, los ofrecimientos que puede cumplir, la explicación razonable al significado de la frase “plata como cancha”, las ideas de su partido, los aportantes conocidos de su campaña.
Acuña se enmarca dentro de una tradición lamentable en la política peruana. Parece que la capacidad de formular definiciones del conjunto vacío en las campañas trae la preferencia de los electores.
Basta recordar al Fujimori de 1990. Él gana una elección proponiendo como plan de gobierno un conjunto vacío, pues todas sus propuestas fueron devoradas por el bacalao que lo intoxicó el día que supuestamente iba a anunciarlas durante la campaña por la segunda vuelta contra Vargas Llosa.
Toledo no lo hizo mucho mejor. Durante las elecciones del 2001 no quedó muy claro qué proponía, y aun así ganó. Ollanta Humala nos meció con su hoja de ruta y la gran trasformación. La intersección entre ambos era un conjunto vacío.
El gran problema del conjunto vacío es que invita a ser llenado con cualquier cosa. Una vez ganada la elección, como lo que el candidato prometió hacer es un conjunto vacío, el ahora presidente puede llenar los espacios en blanco casi con cualquier medida.
Por eso Acuña es de temer. No tanto por lo que dice (que no es mucho) sino por lo que no dice. ¿Cuál es la estrategia? Parece simple. Si lo que ofreces es muy específico, alguien puede revisarlo con detalle y decirte que no funciona, que es muy caro, que es ilegal o que es simplemente imposible. Por eso es mejor ofrecer generalidades sin contenido como “más seguridad”, “más crecimiento”. “alto a los abusos” o frases similares. Finalmente, está pidiendo un cheque en blanco, que puede llenar como quiere y con lo que quiere. Si Acuña es muy específico se abrirá flancos de ataque.
Creo que es necesario forzar a los candidatos a dar propuestas que no sean conjuntos vacíos. Una posibilidad sería que tengan que presentar con su plan de gobierno un presupuesto de cinco años con cierto detalle que lo sustente. De manera similar como el Presupuesto Nacional que se aprueba todos los años en el Congreso, los equipos de los partidos deberían preparar uno que explique qué ingresos tendrá el Estado, que gastos y como se obtendrán los primeros para cubrir los segundos durante su hipotético gobierno.
Los electores sabrán así cómo se planea cubrir las propuestas electorales. ¿Se subirán los impuestos? ¿Se contratará o despedirá gente? ¿Se dejará de gastar en carreteras para gastar más en educación? Pero creo que para Acuña (y no solo para él) es mucho pedir.