Ian Vásquez

Solía ser la izquierda la que más recurría al termino despectivo ‘neoliberal’ para intentar descalificar las ideas que promueven la economía de y los límites al poder político democrático.

Hoy, la democracia liberal de mercado sufre ataques intensificados no solo por un progresismo reavivado, sino también por el auge de la derecha alternativa. Es tan así que la narrativa de ambos extremos respecto al llamado ‘’ casi no se distingue entre sí.

¿Cuál es ese relato? La Hewlett Foundation, organización progresista, lo resume bien: “El neoliberalismo –el enfoque de libre mercado, antigubernamental y de crecimiento a toda costa de la política económica y social– ha dominado los debates políticos en Estados Unidos y en gran parte del mundo durante el último medio siglo. Pero ha superado cualquier utilidad que pudiera haber tenido alguna vez, y hoy su fundamentalismo de libre mercado causa más problemas de los que resuelve”.

El ensayista Matthew Yglesias observa que tal visión ahora forma parte del discurso político dominante. Destaca que la fundación Hewlett financia no solo numerosos grupos progresistas, sino también a un centro de investigación conservador en Washington.

Tiene razón Yglesias cuando dice que se ha generalizado esta crítica, algo que ha ocurrido en la medida en que la derecha se ha transformado. Después de todo, la derecha alternativa desconfía profundamente del mercado y del .

Por ejemplo, Tucker Carlson, el comentarista estadounidense más importante de la nueva derecha y un gran promotor de Donald Trump, culpa al mercado por los males reales y percibidos que sufre la sociedad. Carlson ha dicho que el neoliberalismo es una “religión global” que no funciona. Según Carlson, “la economía libertaria fue una estafa perpetrada por los beneficiarios del sistema económico que defendían”.

Siguiendo ese pensamiento, Trump y sus seguidores apoyan el proteccionismo, los sindicatos, el gasto público elevado y grandes programas gubernamentales como el sistema estatal de pensiones. Ejemplos internacionales de este fenómeno –como el del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien declaró que está construyendo un sistema estatal antiliberal– abundan.

Pero ¿es verdad que en los últimos 50 años han predominado el fundamentalismo del libre mercado y la agenda de crecimiento económico a cualquier costo? En un ensayo reciente, Yglesias dice que esa parte del relato tampoco es correcta.

Es verdad que la era de Ronald Reagan y Margaret Thatcher inició importantes reformas liberales. El comercio se liberalizó, los sindicatos perdieron amplio apoyo político, se eliminaron numerosos controles de precios y se desregularon varios sectores. Pero Reagan solo pudo limitar el Estado benefactor parcialmente. Desde entonces, este ha crecido enormemente, como fue el caso del mismo gasto público, la deuda pública y los déficits fiscales en Estados Unidos y muchos países avanzados.

Yglesias documenta además que durante la era neoliberal el alcance de las regulaciones ha crecido y estas han adquirido propósitos explícitamente anticrecimiento. Él cita como ejemplo numerosas regulaciones ambientales, varias de ellas con impactos significativos.

El hecho de que la influencia del pensamiento anticrecimiento se ha fortalecido en las últimas décadas, dice Yglesias, explica en parte la desaceleración del crecimiento económico en los países avanzados desde principios de los 70. Esto es todo lo contrario al relato antiliberal.

Quienes despotrican contra el liberalismo frecuentemente critican cosas que “literalmente no ocurrieron”, según Yglesias. Este ha sido el caso por décadas, pero la diferencia ahora es que buena parte de la derecha comparte las críticas y muchas de las supuestas soluciones políticas.

Por décadas, los enemigos del liberalismo han culpado al “neoliberalismo” por los males que afligen a la humanidad. Un comentario de Mario Vargas Llosa en los 90, cuando la palabra ‘neoliberal’ fue monopolio de la izquierda, sigue resonando: “He conocido personas que son liberales, personas que no lo son, pero nunca he conocido a un neoliberal”.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Ian Vásquez Instituto Cato

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