La derrota de los mancos, por Federico Salazar
La derrota de los mancos, por Federico Salazar
Federico Salazar

“Hay peruanos absolutamente ciegos”, ha dicho nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Se refiere a la posibilidad de que Keiko Fujimori sea elegida presidenta del Perú. 

Vargas Llosa tiene todo el derecho de pensar que quienes no piensan como él son ciegos. Y tiene derecho a expresarlo. El ejercicio de un derecho, sin embargo, no garantiza su acierto. 

Quizá haya peruanos “absolutamente ciegos”. Vargas Llosa, en todo caso, no lo demuestra. 

“La hija de un dictador, que fue un hombre tremendamente corrupto y sanguinario, como Fujimori, podría ganar las elecciones”, argumenta MVLL. “Eso significa –agrega– que hay una gran cantidad de peruanos absolutamente ciegos y que en última instancia no les importa la corrupción”.

La argumentación es esta: por ser hija de un corrupto, no puedes (no debes) ganar las elecciones. Si la intención de Vargas Llosa es convencer a la gente para que no vote por Keiko Fujimori, ha elegido un mal camino.

La democracia es un régimen de persuasión y no de imposición. Si Vargas Llosa quiere que la mayor parte de electores elija como él, debe dar argumentos, ideas y razones para que no se opte por la hija del dictador.

En la opinión del escritor, hasta donde la ha expresado, no hay apelación a la razón. Ser hijo de un dictador no descalifica, como ser hijo de un escritor (o un músico o una persona virtuosa) no califica.

Cada persona debe ser calificada o descalificada en virtud de sus propias acciones. A Keiko Fujimori debe valorarla el elector en función de lo que hizo u omitió ella misma.

A Keiko Fujimori se le puede juzgar por haber sido primera dama, por no haber liderado la investigación contra Montesinos o contra sus tíos, Víctor Aritomi y Rosa Fujimori. 

A Keiko Fujimori se le puede juzgar por no haberse opuesto a las esterilizaciones forzadas. También, por ejemplo, por incluir en su lista congresal actual a quien votó por la destitución de magistrados del Tribunal Constitucional.

A Keiko Fujimori se le puede juzgar por no haber querido indagar sobre el pasado del secretario general de su partido, Joaquín Ramírez, y no haberle pedido su renuncia. También, por no haber sustentado fehacientemente el origen de la financiación de sus estudios.

A Keiko Fujimori no se le puede (ni se le debe) juzgar por ser hija de Alberto Fujimori. La responsabilidad de los actos es personalísima. Somos individuos y, por eso, la responsabilidad es individual.

En la primera vuelta votaron más de 15 millones de peruanos. Con sus votos blancos, nulos o viciados, más de 3 millones encargaron su derecho de elección a los otros 15. Estos obtuvieron el derecho y el poder de elegir.

Más de 6 millones de peruanos (casi 40%) votaron explícitamente por Keiko Fujimori en la primera vuelta. Lejos de tratar de convencer a algunos de ellos de que votaron por una opción equivocada, Vargas Llosa les dice que son “absolutamente ciegos” y agrega que “no les importa la corrupción”.

Quizá Vargas Llosa haya querido decir que hay más de 6 millones de peruanos que no ven lo que él ve. Eso es muy distinto a decir que son ciegos, racional o moralmente.

No se puede deducir la jerarquía de valores de esos electores a partir de su voto por Keiko Fujimori. Tampoco se puede decir que quienes voten por ella en segunda vuelta avalen los homicidios y latrocinios del régimen autocrático de Alberto Fujimori.

Ni la moral, ni la inteligencia, ni el carácter ni las acciones se heredan. Ese tipo de suposiciones genéticas lleva a la intolerancia y al abuso que siempre deriva de ella.

La hija de Fujimori disputa la segunda. Tiene derecho, y los millones de peruanos que convoca, también.

Para convencer hay que conocer al otro. Hay que conocer sus motivaciones, sus razones y su visión de las cosas. Sin ese esfuerzo, veremos ceguera en cada discrepancia e invalidez moral en cada diferencia.

No se debería hablar de ceguera de uno u otro grupo. Más bien, se puede hablar de alguna minusvalía del que no sabe convencer o difundir su conocimiento o sus razones. 

Vale para ambos grupos en contienda en esta segunda vuelta: no ganarán los ciegos, sino que perderán los mancos.