El reciente capítulo protagonizado por el Congreso en la mañana del martes es la continuación de una secuencia macabra de destrucción del país que se inició con el resultado de las elecciones generales del 2016. Un sistema político disfuncional dio como fruto, en un ajustado final, que una fuerza ganara la mayoría absoluta en el Congreso y que otra obtuviera la conducción del gobierno. En los hechos, la primera fue incapaz de asimilar la derrota presidencial, y la segunda igual de incapaz para entender que debía tender puentes, aun viéndose frente a una oposición reacia a concordar, por el bien del país. Este fracaso es particularmente triste dado que los planes de gobierno de ambos eran prácticamente idénticos. Así, se escogió el camino de la confrontación, que terminó con el “triunfo” de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, y la elevación al poder de Martín Vizcarra, apoyado por la propia oposición.
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