Las autógrafas remitidas al presidente Martín Vizcarra llevaban las firmas del titular del Legislativo, Pedro Olaechea y de la primera vicepresidenta Karina Beteta. (Foto: Congreso)
Las autógrafas remitidas al presidente Martín Vizcarra llevaban las firmas del titular del Legislativo, Pedro Olaechea y de la primera vicepresidenta Karina Beteta. (Foto: Congreso)
Fernando Rospigliosi

El diálogo entre el presidente y el presidente del Congreso, , probablemente terminará sin resultados. Aunque Olaechea ha propuesto una agenda de cuatro puntos, el tema clave a discutir es el proyecto de adelanto de elecciones y el Gobierno no va a retroceder. La mayoría del Congreso, que ahora representa Olaechea, tampoco, por el momento. Así las cosas, la reunión solo servirá para que ambos traten de quedar ante la opinión pública como políticos razonables, preocupados por los problemas del país y poner a su adversario como intransigente.

En realidad, en el Perú se denomina diálogo a lo que es una negociación, palabra que suena mal en nuestra sociedad heredera de la hipocresía virreinal.

Otro de los indicios de que esta negociación no va a ninguna parte es la forma como se ha planteado. Empezó con un llamado público de Olaechea, prácticamente conminando a Vizcarra a dialogar. Obviamente, Vizcarra no podía negarse, pero es evidente que no le gustó la convocatoria y lo que ha hecho el Gobierno después es insistir en que el adelanto de elecciones no es negociable, para que cuando se encuentren no haya posibilidad de cambio sobre ese punto.

La propuesta de Olaechea para tratar temas de interés ciudadano busca arrinconar a Vizcarra presentándolo como ajeno a las preocupaciones de los peruanos. Pero cualquiera que sea el resultado, esos asuntos no variarán el eje de la discusión ni las posiciones de ambos.

Las negociaciones que realmente se toman en serio por regla general empiezan de manera secreta. Primero algunos tanteos, luego reuniones donde se ponen las cartas sobre la mesa, y al final algún acuerdo beneficioso para las partes, que a veces se hace público recién cuando se ha concretado.

Un ejemplo de negociación es la que sostuvo Vizcarra con los keikistas cuando estos pugnaban por vacar a Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Era importante para ellos garantizar que el vicepresidente asumiría el cargo de su jefe, porque PPK había amenazado con el caos si lo destituían, ya que los dos vicepresidentes renunciarían. Esa negociación operó, y Vizcarra reemplazó a PPK.

Otra muestra es el entendimiento de PPK con los kenjistas para frustrar la vacancia en diciembre del 2017 a cambio del indulto a Alberto Fujimori. Funcionó y trataron de repetirla en marzo del 2018, pero los videos de las tratativas se volvieron en contra de ambos negociadores que terminaron aniquilados.

El diálogo entre Vizcarra y Olaechea se parece más a los que sostuvieron, por ejemplo, los ministros de Ollanta Humala, Juan Jiménez Mayor y Pedro Cateriano, con varios líderes y grupos políticos en el anterior gobierno. Cuando empezó la ronda de conversaciones de Jiménez con los partidos hace seis años, escribí que era “solamente una maniobra política” del Gobierno para mejorar su aprobación y que no había “ningún interés real en escuchar a los opositores o llegar a algún tipo de acuerdo con ellos. La oposición también sabe eso y participa de la comedia con sus propios intereses y objetivos. En realidad, es una farsa en la que finalmente todos buscan engañar al público”. (“La República”, “Diálogo sin futuro”, 13/8/13).

Tres meses después, ese diálogo terminó en nada, sin pena ni gloria. Igual propósito y resultado tuvieron las reuniones de Cateriano con la oposición de aquel entonces.

Pero en el Perú parece que nadie aprende. Durante el gobierno de PPK sucedió lo mismo. En esa ocasión reiteré: “Muchos políticos, empresarios y analistas claman por un diálogo entre el Gobierno y la oposición, específicamente entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Keiko Fujimori. Esa sería la solución al ambiente de crispación y enfrentamientos sin fin que marcan la relación entre Ejecutivo y Congreso. En realidad, es muy improbable que esa conversación, de producirse, pueda resolver el problema. […] El diálogo solo será, en estas circunstancias, una jugada para las tribunas, donde ambos tratarán de aparecer como apaciguadores, colaboradores y constructivos. Y al día siguiente volverán a lo mismo”. (El Comercio, “”, 1/7/17). Dicho y hecho, se reunieron el 11 de julio en Palacio… y todo siguió igual.

En suma, hay negociaciones en serio y otras para conquistar aplausos de la galería. La de Vizcarra y Olaechea es de estas últimas.

El asunto es que nuestras élites no tienen la inteligencia ni la prudencia para negociar razonablemente y encontrar salidas mutuamente beneficiosas. La experiencia desde julio del 2016 a la fecha lo demuestra. Una crisis y enfrentamientos permanentes –que no tenían motivos profundos, anclados en grandes divergencias de intereses políticos o económicos, sino motivados por la ambición, algunas mezquinas ventajas, la insensatez, los odios y resentimientos de los más importantes protagonistas– que los ha descalabrado a ellos y está haciendo naufragar al país.