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El domingo ha sido, sin duda, el momento para pasar un rato con nuestros padres, recordar anécdotas, compartir fotos. Pero lo cierto es que no hemos aprovechado suficiente el día para hablar de un tema que les concierne directamente: la posibilidad de pasar las primeras semanas de la vida de sus hijos con ellos. Aunque en el Perú ha habido avances en lo que a esto respecta (el año pasado la licencia de paternidad fue ampliada de 4 días al gran total de… 10), todavía hay mucho por mejorar.
Existen varios estudios sobre cómo afecta la licencia de paternidad la relación padre e hijo. Uno de ellos, ampliamente citado, fue realizado por la OCDE en Australia, Dinamarca, Reino Unido y los Estados Unidos y encontró una asociación positiva entre salir de licencia y estar involucrado en la crianza de los hijos: “Los padres que tomaron períodos largos de licencia (dos o más semanas) tenían más probabilidades de realizar más regularmente actividades de cuidado que aquellos que no se tomaron tiempo libre luego del nacimiento”. La figura estaba asociada con actividades como darles de comer a los hijos, cambiarles los pañales, bañarlos o leerles. Y este impacto se extendía incluso luego de finalizado el período.
Las licencias de paternidad también han mostrado tener un impacto positivo en las dinámicas familiares y el trabajo de las mujeres. Cuando nace un niño, las nuevas relaciones del hogar comienzan a formarse, y este momento es crucial para que el padre se configure como alguien que es mucho más que un mero ‘ayudante’ de la madre. Como dice “The Economist”, además, “padres más activos deberían reducir el ‘segundo turno’ de las mujeres en casa, que es una importante razón por la que muchas de ellas trabajan a tiempo parcial o en empleos para los que están sobrecalificadas”. Más aun: “Si es probable que ambos sexos tomen tiempo libre para cuidar a sus hijos, hay menor tentación para que los empleadores discriminen contra las mujeres”.
A pesar de ser una figura tan importante, es poco discutida en nuestro país. Por ejemplo: ¿estamos seguros de que es suficiente que esta dure 10 días como norma general, y 20 o 30 en casos específicos como el de los bebes prematuros?
Si nos comparamos con los países de la región, no estamos tan mal. De acuerdo con “El País”, con información al 2018, en México y Chile se les otorga a los padres 5 días de licencia de paternidad; en Colombia, 8; en Uruguay, 13; y en Paraguay, 15. Pero si nos comparamos con el promedio de licencia exclusiva para padres en la OCDE –organización de la que queremos ser miembros–, la historia cambia: aunque hay mucha variación, allí el promedio es más de ocho semanas. Por otro lado, habría que traer al debate los resultados de la I Encuesta de Equidad de Género de “Semana Económica” y la Cámara de Comercio Española, hecha a empresas top 2500, que arrojó la opinión de que la licencia para los hombres debía ser de 1,4 meses. Y también habría que pensar en que, de acuerdo con la CEO de Aequales, Andrea de la Piedra, 44% de las 180 empresas que participaron en un estudio de equidad de género publicado el año pasado (Ránking Par) ofrece a los padres días adicionales a los requeridos por ley.
Ahora bien, otra de las preguntas que necesitamos estar discutiendo es el uso efectivo que se hace de esta figura. Lo que nos dice la experiencia comparada es que en muchos países los padres no suelen tomarse todos los días que tienen disponibles por ley o por voluntad de las empresas. Esto es tanto un tema de diseño (es mejor tener, como el Perú, cuotas intransferibles para los padres) como de cultura. Aquí es donde pueden tener un rol importante las empresas: fomentando que este derecho se use realmente, no penalizando a quienes lo hagan y dando el ejemplo a través del comportamiento de altos cargos.
Hay un tercer tema, crucial, del que no estamos hablando: para los trabajadores informales, la licencia de paternidad no tiene más valor que el del papel en el que está escrita la norma. Es decir, la informalidad está afectando también en este sentido las dinámicas familiares y el vínculo entre padre e hijo.
Y al hablar de informalidad surge otra arista del problema: ¿cómo se concilia discutir dar más derechos a los trabajadores en un país donde la informalidad alcanzaría a más del 70%?, ¿no deberíamos estar removiendo costos, más que promoviendo esta figura? El problema con esta lógica es que asume que errores pasados al regular deberían servir para impedir regulaciones futuras, sin importar si estas son necesarias y positivas. Lo que necesitamos, más bien, es una revisión de nuestra problemática normativa laboral, que retire aquellas trabas que hacen más daño que bien. Y que le dé la importancia a aquellas normas que, en cambio, sí son necesarias.