Mabel Huertas

La presidenta y el presidente del , , han usado valiosos minutos en televisión nacional para intentar justificar las sospechas de corrupción alrededor de la jefa del Estado, y han desbloqueado un nuevo nivel comunicacional en su agitada administración: el arte de no decir nada.

Esta maestría no proviene de una verborrea nerviosa, sino más bien de una aparentemente calculada estrategia –nadie dice que sea efectiva– para marear al interlocutor. Si tiene éxito, logrará destacar algunos mensajes intencionados. Si no, pasará lo que ha pasado este fin de semana: creará un lodazal, un laberinto de preguntas con una infinidad de respuestas especulativas.

La comunicación –subvalorada en Palacio de Gobierno– menosprecia las capacidades de la audiencia. En sus ocho minutos al aire, Dina Boluarte ha utilizado todas las herramientas que pueden generar empatía con algunos sectores, invocando a Jesús, y subrayando su género y lugar de origen. De esta manera, establece, en su lógica, que una mujer andina y católica es incapaz de cometer actos de corrupción o someterse a las oscuras tentaciones del poder. Pero del origen de los benditos relojes, nada.

Por su parte, el jefe del Gabinete, Gustavo Adrianzén, quedó deslucido el domingo por la noche al intentar replicar las “virtudes” de su antecesor, Alberto Otárola, en la defensa presidencial. Nos invitó a hacer matemáticas y explicó desde la Presidencia del Consejo de Ministros las formas de financiamiento de un ¡club departamental! Sobre la ubicación del auto oficial –que moviliza a la presidenta y a su entorno– en el supuesto escondite de Vladimir Cerrón, no hubo respuesta y, por si fuera poco, en una coincidencia asignada al infortunio, el libro de visitas de la casa de la mandataria –documentos oficiales, por cierto– se perdió para luego ser encontrado en la vía pública.

Es cierto, como ha mencionado el afligido titular del Gabinete Ministerial, que todo esto es “ruido político”. Lo que no reconoce es que el estruendo sale desde Palacio de Gobierno y sus esforzados ministros con torpes declaraciones. Este ruido político representa una ventana de oportunidad para los afanes nada santos de los más viles intereses parlamentarios, el catastrófico avance del dengue, la minería ilegal y la desconfianza ciudadana, gran obstáculo para ese crecimiento económico que tanto dicen anhelar.

Mabel Huertas es Socia de la consultora 50+Uno