"El lector atento habrá notado quizás que en las ilustraciones que acompañan este libelo semanal asoma persistentemente un gato. Ese gato existe. Se llama Luis Alberto (un nombre que, a decir verdad, hace pensar antes en zagueros cariocas que en chamanes chosicanos) y su función es sugerir lo inefable". (Ilustración: Santiago Ortiz)
"El lector atento habrá notado quizás que en las ilustraciones que acompañan este libelo semanal asoma persistentemente un gato. Ese gato existe. Se llama Luis Alberto (un nombre que, a decir verdad, hace pensar antes en zagueros cariocas que en chamanes chosicanos) y su función es sugerir lo inefable". (Ilustración: Santiago Ortiz)
Mario Ghibellini

El 2020 termina, cae el telón. Un sector del público carraspea nervioso y eso provoca un nerviosismo aún mayor en el sector que no carraspea. Estremecidos todavía por las inclemencias del año que se va, todos intercambiamos fórmulas de optimismo sobre el que viene, pero nos preguntamos en el fondo qué nuevas calamidades podrá traer. Algunas ya las conocemos (largos meses sin asomo de vacuna, el estreno de una representación nacional cuya mayor perversidad consistirá en hacernos extrañar a la actual, la lenta constatación de que Lapadula solo puede hacer lo que cualquier otro seleccionado nuestro en la cancha, etc.). Otras, no obstante, las aguardamos temerosos, mientras fantaseamos con la aparición de alguna señal que nos permita anticipar por lo menos desde qué lado embestirán.

Aferrados a esa ilusión, escucharemos seguramente esta vez más atentos que nunca las predicciones de los augures y cartomantes que se prodigan por estas fechas en los medios, a sabiendas de que serán poco más que una mixtura de lugares comunes y lances timberos. En esta pequeña columna, sin embargo, tenemos un consultor esotérico que no anda en busca de publicidad fácil y cuyos aciertos adivinatorios jamás dejan de asombrarnos, al que hemos decidido recurrir en esta ocasión para ofrecer a ustedes algunas fijas del nuevo año que viviremos en peligro.

–Promudeh hiperactivo–

El lector atento habrá notado quizás que en las ilustraciones que acompañan este libelo semanal asoma persistentemente un gato. Ese gato existe. Se llama Luis Alberto (un nombre que, a decir verdad, hace pensar antes en zagueros cariocas que en chamanes chosicanos) y su función es sugerir lo inefable. La forma en la que finalmente se acomoda en cada imagen parece siempre producto del azar, pero de hecho se revela luego como una muda profecía.

En esta oportunidad, no obstante, hemos conseguido que hable y nos haga conocer algo de lo que él ya sabe que ocurrirá en el 2021. Porque Luis Alberto será gato, pero para distinguir lo que se oculta bajo la bruma del mañana incierto tiene vista de lince.

Aclaremos de antemano que, por alguna extraña razón, sus atisbos del futuro son de materia exclusivamente política y que suelen presentarse como bruscos brochazos de una escena incompleta, y no como el cuadro acabado de tal o cual proceso en desarrollo.

En ese sentido, a la señora Fujimori la vislumbra, por ejemplo, cosechando inicialmente éxitos con su estrategia de enrolar antiguos archienemigos (como Nano Guerra García o Fernando Rospigliosi) para vender la idea de que es la nueva Keiko con puntitos azules. Pero anticipa que cuando quiera hacer lo propio con Kenji, la gente sospechará alguna maquinación pérfida en marcha y hará intervenir al programa de protección de menores del Promudeh, estropeándole a la aspirante naranja el ‘lifting’.

Al candidato De Soto, por otra parte, lo divisa tratando de renunciar a su postulación no bien comprenda que las encuestas engañosas no son precisamente las que él piensa, pero enfrentando algunos problemas en el trámite para hacerlo, por no recordar el nombre del partido con el que se ha lanzado. “Que pregunten en la ONP; ellos deben tenerlo registrado”, clamará indignado. Y aquí también, presiente Luis Alberto, terminará interviniendo el Promudeh. Aunque esta vez en cumplimiento de su plan de apoyo a los adultos mayores.

Visión aparte es la que le inspira a nuestro felino arúspice el aspirante a la presidencia por Victoria Nacional, George Forsyth. A él lo ve sufriendo una gran decepción cuando descubra que aquello de tener jurados en los juicios de corrupción “como en las películas” no resulta posible en el ordenamiento legal que existe fuera de cámaras en nuestro país. Su siguiente iniciativa para combatir el crimen, intuye Luis Alberto, será contratar al Hombre Araña, como en las películas también… seguida de una decepción aún más grande que la anterior, cuando se entere de que ciertos inconvenientes complican la posibilidad de que Peter Parker se materialice entre nosotros para la chambita que él quisiera encomendarle. Aunque todavía no sabe exactamente cuál, nuestro consultor esotérico está seguro de que el Promudeh tendrá también algún plan o programa para lidiar con la pataleta que el choque con la realidad probablemente le provoque al exalcalde de La Victoria. La ministra Silvia Loli, por lo que parece, estará hiperactiva en los próximos meses.

–Corbatas y metáforas–

Los pantallazos de lo que acontecerá en los días venideros con los candidatos a la presidencia se multiplican, por supuesto, en la bola de cristal de quien nos asiste en este arduo ejercicio premonitorio. Anotaciones indelebles en agendas incriminatorias y carreras olímpicas en las que el fuego es aquello de lo que se huye y no lo que se porta antorcha en mano relampaguean en la referida esfera mágica demandando ser interpretadas. Pero la evocación de una de las integrantes del gabinete en funciones en la que acabamos de recalar nos lleva naturalmente a preguntarnos por la suerte que correrá el gobierno del llamado “Señor de los temblores” hasta el 28 de julio del año que está por comenzar: una fecha que cualquiera diría próxima, pero que la inmovilidad que existe en Palacio y alrededores hace semejar remota y, a veces, inalcanzable.

¿Qué imágenes suscita la actual administración en el buen Luis Alberto? Pues apenas aquella que Borges asociaba con Óscar Wilde. Esto es, la de un caballero dedicado al pobre propósito de impresionar con corbatas y con metáforas. Qué año pa’l gato, efectivamente.