“Exigir una 'solidaridad obligatoria' es desnaturalizar el concepto: se pierde ese carácter humanitario al usar una herramienta político-ideológica”.
“Exigir una 'solidaridad obligatoria' es desnaturalizar el concepto: se pierde ese carácter humanitario al usar una herramienta político-ideológica”.
Juan José Garrido

El presidente nos exige a los peruanos ser solidarios. De hecho, más que a los peruanos, se lo exige a “los que más ganan”. Para muchos, sonará correcto. El diablo, sin embargo, está en los detalles. Y en este nuevo impuesto que promueve, el diablo baila.

Lo importante, más allá del discurso divisionista –en plena crisis sanitaria, económica y social–, es revisar si es pertinente o no, y cuáles son sus fines: ¿es una tutela moral, o una acción de propaganda o distracción política?

En efecto, los cálculos del impuesto en cuestión suponen un ingreso al fisco al mes. Esos ingresos no suponen más del 3% de la . Deuda que, queda claro, pagarán los impuestos (de ya sabemos quiénes).

Por el lado de las cuentas, esos ingresos no le moverán la aguja al MEF, ni un ápice. A quienes sí les moverá la aguja es a las empresas (muchas están, o bien negociando salarios, o bien realizando recortes; este impuesto imposibilitará acuerdos y promoverá despidos o suspensiones temporales) y a los trabajadores (es obvio que un recorte adicional sobre lo que ya les descuenta el Estado –cerca de 50% en algunos casos– complicará la situación de muchos).

Este impuesto no tiene sentido: es antitécnico, es un recurso de última instancia (lean la entrevista al economista Alejandro Werner del FMI) y no representará ingresos significativos para el Estado. Peor aún, creará problemas a empresas y trabajadores. Siendo obvio, la pregunta entonces es: ¿por qué hacerlo?

El discurso del mandatario no solo es falaz en lo técnico, es también equivocado respecto a la tutela moral. ¿No está enterado acaso de los ingentes aportes de gremios, bancos, telecomunicaciones, restaurantes, cervecerías y un larguísimo etcétera? Una vez más, la solidaridad de los peruanos y las empresa ha sido enorme. Entonces, ¿a gusto de qué es necesario brindar ahora un discurso divisionista? ¿Estamos en campaña? ¿Es ideológico? ¿Populismo puro y duro? El mandatario ha repetido que no será candidato en el 2021. La verdad, sin embargo, es que no puede: quien no le permite postular es la Constitución, no su voluntad. Empero, ello no impide apuntalar a un delfín, o pensar en un regreso en el 2026.

La solidaridad, por cierto, es voluntaria. Exigir una “solidaridad obligatoria” es desnaturalizar el concepto: se pierde ese carácter humanitario al usar una herramienta político-ideológica. Más aún cuando los esquilmados pasaron por un proceso tributario progresivo previo, y en grupo reducido.

Todo apunta a que la medida está destinada a dos fines políticos inmediatos: por un lado, servirle de colchón al mandatario cuando se enfrente al Congreso , y por el otro, desviar la atención y el debate sobre la efectividad de las políticas sanitarias desplegadas. La tasa de infectados sigue en aumento luego de 42 días de confinamiento, y cada vez es más claro que se hicieron muy pocas pruebas (y a destiempo), así como no nos preparamos respecto a camas UCI y ventiladores en su momento.

La popularidad, para todo mandatario, es lo primero. Eso lo sabemos. Ahora está escrito en la pared.


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