"En diversos ámbitos se encuentran errores severos de diseño en la arquitectura de las decisiones de los agentes económicos. Ello provoca ineficiencias e informalidad económica".
"En diversos ámbitos se encuentran errores severos de diseño en la arquitectura de las decisiones de los agentes económicos. Ello provoca ineficiencias e informalidad económica".
Elmer Cuba

En economía no hay milagros. En períodos largos, los países crecen por una combinación de esfuerzo (acumulación de capital físico y humano) e inspiración (innovación), en un contexto de estabilidad (baja inflación y ausencia de crisis fiscales).

A veces, además, reciben ayuda de la suerte. Por ejemplo, un ciclo de precios altos de , en el caso de los países exportadores de este tipo de bienes.

Coloquialmente se suele hablar de un “milagro económico” cuando un país goza de un período de crecimiento alto y por encima del promedio de sus pares regionales o del crecimiento mundial.

Luego de la estabilización macroeconómica y de las reformas estructurales de la década de 1990, la economía peruana creció a un promedio anual de 6,8% en el quinquenio 1993-1997. Después, con el fenómeno de El Niño de 1998, las crisis internacionales (1999-2000) y la crisis política-transición democrática (2001), la economía creció apenas un 0,6% anual en un cuatrienio.

La economía comenzó a acelerarse nuevamente en el período 2002-2003 a una tasa promedio cercana al 5%, antes incluso del inicio del ‘boom’ de las materias primas. Este ‘boom’ duró casi 10 años; entre el 2004 y el 2013. Durante esta década, la economía nacional se expandió a una velocidad promedio del 6,4% anual, las tasas más altas desde los años 50. Y pudo ser más, si no fuese porque –adecuadamente– se pusieron en marcha políticas anticíclicas que limitaron el efecto expansivo del choque externo. Así, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) acumuló superávits fiscales notables, no vistos en décadas anteriores. Mientras que el Banco Central de Reserva (BCR) acumuló reservas internacionales, también a niveles no observados en nuestra historia reciente.

En resumen, entre el 2002 y el 2013 (12 años), la economía nacional creció a un promedio del 6,2%, mientras la economía mundial lo hizo a una tasa del 4%. Llamemos a este período, pues, el “milagro peruano”. Una mezcla de esfuerzo y buena suerte.

Luego de la vuelta a la “normalidad” en los precios internacionales, la economía peruana ha tenido un desempeño económico algo pobre para una economía emergente. Desde el 2014 hasta lo que se espera en el 2020, la tasa de crecimiento promedio en siete años será del 3,1%, mientras el PBI mundial avanzará a una tasa del 3,5% en el mismo período.

Según estimaciones del BCR, además, en el período 2007-2013 el crecimiento del potencial fue del 6,3%, mientras en el período 2014-2019 habría sido del 3,5%, y el grueso de la caída se explica por el casi nulo aumento en la productividad. Es decir, el problema de nuestro crecimiento económico –lamentablemente– va más allá de la caída de los términos de intercambio.

La convergencia al desarrollo económico no está garantizada. Un país emergente, como el Perú, tiene que ir mucho más rápido que el promedio mundial para poder avanzar en el proceso de desarrollo económico. El impulso externo ya no es el mismo y, por si fuera poco, la productividad ya no es el factor que dinamiza nuestro crecimiento. Es el fin del “milagro”.

Comienzan, en consecuencia, a aflorar problemas estructurales. Uno de ellos es la calidad del Estado, que ha devenido disfuncional al desarrollo económico y a la prestación de servicios públicos. En diversos ámbitos se encuentran errores severos de diseño en la arquitectura de las decisiones de los agentes económicos. Ello provoca ineficiencias e informalidad económica.

Otro problema es la calidad de nuestro capital humano. El promedio de escolaridad de los peruanos mayores de 20 años del mundo urbano es de apenas 10,5 años. Es decir, correspondiente al cuarto o al quinto año de secundaria. Por ello, no es de extrañar que el ingreso laboral urbano promedio sea de apenas S/1.450 mensuales.

Algunos colegas advierten de que no basta con políticas transversales –como infraestructura o educación–, y que se requieren políticas de desarrollo productivo, como por ejemplo ocurrió con la minería o viene ocurriendo con el ‘boom’ agroexportador. La verdad, sin embargo, es que ambas no son políticas rivales, sino complementarias. Aunque en pleno ‘boom’ agroexportador y de duplicación de la producción de cobre, la economía peruana no haya sido capaz de ir más allá del 3,1% anual desde el 2014.

Ahora bien, volviendo al “milagro”, un crecimiento del 3,1% no es malo para los negocios, ni tampoco es el fin de la historia. Pero a esta velocidad, la pobreza puede dejar de reducirse, al igual que la informalidad. Y los ingresos laborales mensuales en términos reales crecerían apenas S/10 al año. Una tasa del 3,1% puede ser buena para los negocios, pero insuficiente para las demandas de la sociedad.

Mientras tanto, el populismo político parece instalarse en varios países de la región. Mientras el populismo económico ya está en Argentina y México, y amenaza ahora a Chile con una asamblea constituyente.

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