Gonzalo Banda

Desde hace muchos años, el ha venido mostrando síntomas de padecer varias enfermedades que lo han ido incapacitando con mayor severidad. De la retórica del país celebrado en foros mundiales no queda casi nada salvo algún resquicio de credibilidad macroeconómica. Pero, como suele suceder con las enfermedades terminales, solo notaremos los síntomas de la descomposición cuando la situación sea tan dramática como irreversible.

En ese momento, el Perú se habrá convertido en un país ingobernable. No importará quién sea presidente, congresista, juez o fiscal; estaremos en manos del crimen organizado, nos habremos convertido en un páramo en el que no solo habrá fracasado la democracia, sino que conviviremos en un darwinismo radical en el que nos pisaremos la cabeza. Se habrá consumado el fracaso de otro ciclo de la vida republicana del país.

A este malestar nos han conducido muchas fuerzas, pero principalmente la clase política del país. Un Congreso que ha secuestrado el interés público y ha puesto al país en un cadalso. Somos un país enmarrocado que contempla tras las rejas cómo sus verdugos lo torturan. Lo han enmarrocado para satisfacer los requerimientos lumpenescos de sus financistas. Han enmarrocado a la educación escolar y universitaria, han maniatado a los deudos de quienes sufrieron violaciones de derechos humanos, han liberado el transporte público para que el caos emerja.

Quieren asegurarse de que nadie pueda controlar a los jueces ni a los fiscales más que los futuros senadores. Han perpetrado un retroceso canallesco que daña el combate contra el crimen organizado hasta tal punto de que los gremios empresariales y sindicales han alzado en conjunto su voz de protesta de forma inédita.

Todas las señales de que el país se precipita hacia un largo ciclo de ingobernabilidad política y proliferación del crimen organizado son inequívocas. Las pocas medidas que se podían tomar para evitar este despeñadero han caducado. En este momento conviene serle muy honesto al país. Las fuerzas que nos gobiernan desde los ropajes de un gobierno autoritario y un Congreso patrimonialista pronto serán reemplazadas por fuerzas en la sombra que no van a dudar en convertir al país en una estepa en la que el crimen organizado prosperará para aplastar cualquier vestigio de orden y legalidad. Aún no somos plenamente conscientes del nivel de crueldad con el que pueden llegar a desbocarse en las principales ciudades del país.

Ilusos quienes creen que el gobierno de Dina Boluarte ha rescatado a la democracia y no advierten que el proceso de descomposición del país avanza sin tregua y latentemente, para entregarnos a manos de nuestros nuevos verdugos.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gonzalo Banda es analista político