“Ni se te ocurra meterte en política, es muy cochina”, son palabras bastante frecuentes dichas por los padres de jóvenes que manifiestan interés por su entorno social. Lo corrobora el estudioso de márketing Rolando Arellano que sabe lo que piensa, siente y sobre todo aspira el alma nacional.
La política continúa devaluándose como práctica en nuestro medio. Acotaba Arellano que la nueva Ley Universitaria, tan controversial, elimina la actividad política universitaria, no hay elección de centros federados ni de federaciones estudiantiles. Fatal para la formación cívica del ciudadano en ciernes.
El investigador de mercados recordaba que en EE.UU. desde pequeños se vota en el salón por quítame estas pajas.
Si porque se replica la elección presidencial, si se elige al delegado de la clase para fines varios. Lo cierto es que están entrenados para decidir y expresar su criterio sobre múltiples cosas a través de un voto, acto que es la esencia de la democracia: el ejercicio de escoger a nuestros representantes para que la mayoría gobierne y la minoría tenga también su lugar.
Lanzarse a ministro, pese a que no hay que conquistar votos, también es una empresa riesgosa. Puede terminar en un mar de denuncias, cuestionamientos, muchas veces feroces ataques personales, que en el sector privado prácticamente no existen. Si el titular de una cartera se desempeñó previamente en actividades mineras, comerciales, abogadiles, está expuesto a sospecha.
Si aparecen correos que revelan actividades no totalmente públicas peor aún. Ciertamente el de ministro es un cargo vistoso, pero si hace una encuesta en su entorno personal a alguien, digamos ‘ministeriable’, escuchará más respuestas negativas que de aceptación.
Quienes sí parecen muy pero muy entusiasmados con candidaturas regionales y municipales son aquellos connacionales que purgaron condena por narcotráfico, que tienen un proceso por este delito, los que no pagan su pensión alimenticia a los hijos que procrearon y que no asumen, y los pillos.
Es muy peruano hacer de esta realidad penosa un todo y pensar que los candidatos en pleno son dudosos cívicamente. Pero de estar ajenos al peliagudo tema ahora somos bombardeados con que el candidato del fujimorismo en el norte estaría vinculado al tráfico de drogas, que el del PPC, antaño relacionado con las clases altas, lleva a un etnocacerista para la región Tacna que purgó condena por nueve años.
Esto trae otro debate en estas elecciones, si el candidato en cuestión pagó su pena se asume que se reintegró a la sociedad. Estar obligado a declarar ello en su hoja de vida o hacer público su pasado puede convertirse en un sambenito inquisidor. Nunca lo dejará su pasado. Habría también que agregar si quienes votan por una persona así, conociendo su pasado –no por la publicidad del mismo– tienen derecho o no.
En medio de este barullo, las propuestas para la ciudad o para la región pasan totalmente a segundo lugar, cuando en realidad es lo más importante.