Dentro de unos días, recordaremos una vez más ese 28 de julio de 1821 en que José de San Martín proclamó la independencia del Perú. Es un hecho tan memorable que, pese a todo lo que se ha escrito al respecto, merece muchas líneas más. Y es que esa fecha consagra nuestra entrada en la mayoría de edad política.
No es que en ese momento nazca el Perú. Nuestro país existe desde tiempos inmemoriales con las diversas civilizaciones precolombinas, pero va desarrollando a lo largo del tiempo con el aporte de muchas culturas, siendo ciertamente muy importantes la inca y la española, que son propiamente nuestra madre y nuestro padre, como decía José de la Riva-Agüero. Y sucede que llega un momento en la historia de los hombres y de los pueblos en la que el hijo declara su independencia respecto de sus padres: la fusión se ha completado y ahora el hijo puede vivir por su cuenta, en forma emancipada, y crecerá sobre la base de las culturas recibidas de su padre y de su madre. Es verdad que muchas veces el reconocimiento por los padres de la emancipación del hijo puede dar lugar a fricciones, pero lo importante es que el hijo sea consciente de lo que ha ganado y del hecho que en adelante es enteramente responsable de su crecimiento y progreso.
Así, nos encontramos que el Perú es el producto de una cultura mestiza, esto es, mezclada; y en la mezcla se pretende activar de manera nueva todo lo mejor de las culturas antiguas. Cuando hablo de mestizaje no me refiero a la mezcla de razas. En realidad, combinar las razas no nos proporciona sino otros seres humanos con iguales derechos a vivir y subsistir adecuadamente. De alguna manera, es un efecto biológico que no tiene mayor repercusión en el aspecto social y cultural. Para mí, lo importante del mestizaje consiste en la mezcla de culturas que resultan aportadas por las diferentes razas en tanto que estas tienen sus maneras propias de concebir el mundo. Y, por tanto, cada raza (prefiero llamarla cultura) nos aporta muy valiosos elementos para el desarrollo de la vida social, esto es, para que ese joven que llegó a la mayoría de edad gracias a dos culturas, siga desarrollándose con la contribución de más culturas.
Así, las culturas prehispánicas nos proporcionaron su valentía, su capacidad de adaptarse y sacar partido de regiones geográficas muy difíciles, también su arte tanto con su alfarería como con su textilería. La cultura inca, en particular, nos enseñó a integrar las costumbres y la organización de regiones y tribus muy diferentes para crear un imperio respetuoso de las individualidades y de las culturas regionales. Asimismo, la cultura andina había desarrollado el cultivo de ciertos alimentos que, como la papa, se convirtieron en parte de la alimentación mundial.
Por su lado, la cultura española –mestiza también, como todas las culturas del mundo, por la combinación de romanos, visigodos y árabes– nos aportó un idioma más universal, otra religión, la escritura (¡tan importante!), una destacada filosofía desarrollada en Grecia y Roma durante varias centurias, la ciencia que nos permitiría aprovechar mejor de nuestras riquezas naturales e incluso animales muy importantes para la vida política y social, como los caballos, el ganado vacuno, etc. Y, aunque en la práctica se cometieron también muchos abusos –como suele suceder en estos casos–, la Corona española intentó reconocer dos “repúblicas”, la de españoles y la de indígenas, con una relativa independencia y con gobiernos paralelos. Si bien este modelo no funcionó a nivel de las más altas autoridades por diversas razones, se aplicó sin embargo a las autoridades menores, admitiéndose los curacazgos locales.
Pero la evolución cultural no se limitó a la mixtura entre el mundo andino y España, sino que intervino igualmente la cultura africana, que, si bien participó al principio como esclava, fue liberada durante la República a mediados del siglo XIX, integrándose totalmente al país. Más tarde llegaron los chinos, después de varias décadas de supuesta democracia, y fueron muy mal tratados originalmente. Pero pronto se integraron a la cultura de nuestro país, aportando también elementos de la suya. Paralelamente, llegaron los italianos, más tarde los japoneses y ya en el siglo XX recibimos como nuevos peruanos a provenientes de múltiples y diversos países: franceses, belgas, estadounidenses, ingleses, alemanes, españoles, etc.
Por ello, en este nuevo aniversario de nuestra mayoría de edad, debemos felicitarnos mutuamente por este acontecimiento y también tener una palabra de agradecimiento para todas aquellas culturas, vengan de donde vinieren, que ayudaron a formar y luego desarrollar este país orgullosamente independiente.
Quiero terminar la expresión de estas ideas con un “¡Viva el Perú mestizo!”.