He soñado con el ‘nuevo’ rostro de Renée Zellweger. Lo he visto tantas veces que podría describir con precisión cada uno de los cambios perpetuados en sus pómulos, ojos y labios. Para enterarme de esa noticia no tuve que ver ningún programa de espectáculos. No fue necesario. Cada vez es más fácil sumergirse en ese círculo inmenso de rumores, críticas y ‘bullying’ mediático. El ‘apanado’ virtual es el nuevo ‘hobbie’ de estos tiempos, es nuestra incompleta versión de circo romano. Las noticias de farándula hoy llegan en tiempo real. Las redes sociales pueden hacerlo. Ese despiadado espacio donde todos podemos sacar a ese ‘urraco’ que llevamos dentro.
El martes fue la actriz de “Bridget Jones” pero mañana quizá tengamos algo más local como “el antes y después de Millet Figueroa”. Tantas veces nos quejamos de tener más noticias de los romances de “Esto es guerra” que de Ollanta Humala y a veces contribuimos con esa banalización de lo realmente importante. Las abrumadoras reacciones por las fotos de Zellweger unen dos perfiles recurrentes en el ciberespacio: los ‘rajones’ por deporte y los amantes del show (en Hollywood o en Chollywood). Esos que comparten, comentan y hacen de una cirugía plástica la posibilidad de ser tendencia mundial en Twitter.
En sus últimas apariciones televisivas, Magaly Medina fue honesta al decir que “ella es show y del show vive”. Mientras los encendidos debates en su set tripliquen a sus rivales en el ráting seguiremos teniendo a Millet peleando con su garganta para cantar y a Guty intentando mostrar los talentos que no tiene. Desde hace más de 30 años se habla de la autorregulación televisiva pero eso, seamos todos sinceros, es algo que remotamente pasará. El público manda y el público somos nosotros: los mismos que nos cansamos de gritar que estamos hartos de Melissa Loza o Mario Hart pero que usamos el ‘Face’ para compartir la última pelea de ‘Peluchín’ en cámaras.
Ese juicio colectivo a lo que hacen los demás siempre ha gustado pero hoy todo se degeneró. Si hace 20 años aparecía un visionario como el italiano Giovanni Sartori escribiendo sobre la involución humana (del ‘Homo sapiens’ pensante al ‘Homo videns’ que solo se dedica a mirar y mirar), se hace difícil definir lo que nos encontramos ahora en tiempos de Facebook e Instagram. Miramos, comparamos, husmeamos, peleamos, odiamos. Todos los días, las 24 horas. Servicio completo. Cartón lleno.
Quienes compartieron la foto de Bridget (siempre tan querida Bridget) son igual de crueles y fijones que quienes se burlan de la última bronca de Andy V o Farid Ode. Quizá Gisela Valcárcel debería leer un poco más de Twitter o Facebook. Allí puede ser su mejor cásting para encontrar a los verdaderos reyes del show.