No hay nada más cruel que el engaño, que generar expectativas en una población necesitada y prometerle soluciones inaplicables. Ufanarse de salvarles la vida y ofrecerles salidas inexistentes. Imaginemos a un enfermo de cáncer al que le dicen que si toma sebo de culebra se curará, solo para que ese sujeto confíe en el supuesto sanador. Solo para aprovecharse de quien se está aferrando a la vida para aparecer como héroe, como iluminado. Por supuesto, cuando los médicos impidan el despropósito y el paciente empeore o muera, el mentiroso se ufanará de haber sido desoído por la ciencia, que impuso la razón por encima de su “pócima mágica”. Quedará como el ídolo incomprendido, como el redentor que merece respeto.
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