Debe ser por un afán provocador que Alfredo Torres ha escrito en este Diario que es un mito que en el Perú exista un dinámico sector emergente de micro y pequeños empresarios que a su vez conformen una nueva clase media, pues –afirma– la gran mayoría de microempresas no son expresiones de un pujante emprendedurismo, sino un esforzado mecanismo de supervivencia. Y que el sector verdaderamente dinámico, que explica el crecimiento de la clase media emergente, es el de las 50 mil empresas que tienen entre 10 y 100 trabajadores.
El problema de ese enfoque es que ve el proceso solo de arriba hacia abajo, negando la emergencia que viene de abajo hacia arriba y que queda frustrada precisamente porque las normas laborales y tributarias le impiden seguir escalando. No cabe duda de que hay un fuerte proceso de emergencia social. Entre el 2007 y el 2012, el empleo adecuado urbano (los que ganan por encima del salario mínimo) se dobló asombrosamente, pasando del 27,6% al 56,4%, y la clase media se ha doblado o triplicado (según el cálculo que se haga): pasó de 25,9% de la población el 2005 a 48,9% el 2011 según el BID, o de 11,9% a 40,1% según el Banco Mundial. La cantidad de población en la que se ha incrementado la clase media es mucho mayor a la que trabaja en empresas entre 10 y 100 trabajadores. Nuestra estructura de ingresos ya no es una pirámide, sino un rombo.
El problema está en que buena parte de esa población incorporada a una nueva clase media no se ha formalizado, pues entre esos años el empleo informal urbano apenas disminuyó del 72,8% al 66,8%. Tenemos una clase media emergente informal, lo que es casi un contrasentido. Y no se ha formalizado por el costo de la formalidad. Entonces, si vemos el tema en términos políticos, una cosa es decir: hay que reformar la legislación laboral para que crezcan más las empresas medianas y grandes, y otra es decir: hay que hacerlo para liberar el tapón que les impide a los micro y pequeños empresarios seguir creciendo.
Pues eso es lo que está ocurriendo. Si la estructura de ingresos es un rombo, la del empleo en las empresas es al revés, cóncava: hay mucho menos trabajadores en empresas medianas (8,9%) que en empresas grandes (24,3%), lo que significa que el salto de la pequeña a la mediana empresa es un salto mortal, casi imposible. Es decir, el crecimiento económico de las clases emergentes está reprimido por una formalidad excluyente, onerosa y compleja. La escasa formalización ocurre por expansión de las empresas grandes y no por crecimiento de las pequeñas.
Impulsar el desarrollo de las medianas y grandes empresas formales para convertirnos en un país del Primer Mundo, como quiere Alfredo, requiere levantar las barreras que impiden el acceso de los sectores emergentes a las palancas de la formalidad y que limitan el crecimiento de los pequeños más allá de cierto punto. Pues esa es, finalmente, la gran exclusión de nuestra sociedad.