Humala no tiene a quién escuchar, por Juan Paredes Castro
Humala no tiene a quién escuchar, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

A raíz de la última crisis política, ha hecho evidentes dos notables cambios en su actitud que seguramente van a marcar su trayectoria de aquí al 2016.
 
Uno de esos cambios es que su visión de lo que acontece en el país y en su propio ejercicio presidencial ha empezado a sufrir graves distorsiones que pueden atribuirse, entre otras cosas, a la baja calidad de información y al pobre nivel de asesoría que recibe.
 
Para que la reciente crisis política sea vista por el presidente como generada en el Congreso y no en el Ejecutivo, y para que factores que realmente la provocaron, como la injerencia directa de en las decisiones gubernamentales, sean evaluados por el primer ministro René Cornejo como percepciones que la casualidad ha puesto en la vida política, es que las máximas instancias del poder político han perdido el sentido de la realidad.
 
Es tal la pérdida del sentido de la realidad que esta alcanza niveles alucinantes como cuando se juzga la estrepitosa caída de los índices de aprobación del presidente y de su esposa no como consecuencia lógica de sus errores garrafales, sino de la orquestación de una campaña política y mediática de adversarios del régimen.
 
El otro cambio en la actitud del presidente tiene que ver con la decisiva e influyente asesoría de Nadine Heredia, quien, al pasar por el mismo problema de su esposo, es decir la pérdida del sentido de la realidad, de pronto deja de ser la persona clave a la que él debe y tiene que escuchar en última instancia. 
 
De tanto ser dos en el manejo del gobierno, con más adulonería y obsecuencia que inteligencia y lucidez a su alrededor, y Heredia viven un intenso extravío político que sin duda los desconcierta, en un sistema democrático que parece aún no calzar bien en el criterio de ambos.
 
Nuestra pregunta del comienzo, sobre a quién escucha , guarda, pues, relación con los vacíos y distorsiones que Humala encuentra cotidianamente al interior de su propio poder.
 
Nadine Heredia ha construido, en cierta forma, una agenda política propia, con conflictos de interés no resueltos en la esfera del poder constitucional, del partido que preside y de sus ambiciones electorales.
 
Sus consejos de ahora al presidente ya no son los de antes. Contienen el síndrome del mareo del poder que ella comparte.  
 
Humala pierde, así, de pronto, la voz más confiable que le quedaba. 
 
Al padecer de la misma pérdida del sentido de la realidad, y por la misma precaria información y asesoría de las que se sirve, la primera dama mal puede pretender ahora que Humala ponga los pies en la tierra cuando ella misma tiene los suyos a varios metros encima del piso del país y de sus leyes.
 
Con una aliada en competencia por el poder y con una asesoría convertida en mayordomía palaciega, el presidente ya no tiene, en efecto, a quién escuchar.