El Gobierno no funciona. No se trata solo de su orientación antidemocrática y populista. Se trata, sobre todo, de la ineficiencia en sus tareas básicas.
La huelga de controladores aéreos es un ejemplo. Más de ocho mil viajeros quedaron sin vuelos. No se atendió un reclamo de los controladores aéreos que Corpac había acordado atender.
Otro caso es el bloqueo de carreteras por el paro de transportistas y trabajadores del agro. Cinco personas fallecidas, miles de horas-hombre y decenas de toneladas de alimento perecible perdidas.
Otro ejemplo es el del sitio sufrido por cinco mil familias que viven en Cuajone. Quedaron sin agua por más de cincuenta días. Los comuneros de Tumilaca bloquearon la toma del reservorio de Viña Blanca.
Todos los casos tienen un denominador común: el Gobierno no cumple su tarea. Ninguna autoridad resuelve. Todo llega a crisis, y recién entonces el gobierno negocia. Y lo hace contra las cuerdas.
El presidente Pedro Castillo no se preocupa en gobernar. No elige a sus ministros según su capacidad para ejercer el cargo. Lo hace de acuerdo con las cuotas de poder que tiene que repartir, de acuerdo con el grado de amistad o cercanía política.
Las crisis revientan y entonces el presidente Castillo reacciona. Y lo hace, generalmente, con mucho palabreo y ningún propósito de enmienda.
El Gobierno nombró, hasta ahora, cuatro gabinetes. Hemos tenido 50 ministros ejerciendo funciones. Se ha designado 67 viceministros.
En el Estado hay 37 viceministros; de estos, 35 han sido revocados por escándalos o renunciaron, según la Unidad de Periodismo de Datos de El Comercio (16/4/22).
No solo hay inestabilidad política. Es ineficiente e inestable el cumplimiento de las funciones técnicas del Estado.
Hasta ayer, cinco viceministerios se mantenían sin titular designado. El viceministerio de Seguridad Pública, por ejemplo, llevaba ya 63 días sin designación (la misma fuente). Tiene apenas unos días con un encargado.
La Constitución no provee ningún mecanismo para remplazar a un presidente que no hace su tarea.
Algunos congresistas creen que la vacancia por permanente incapacidad moral es una vía para sacar del puesto a quien no sirve. No se puede confundir, sin embargo, incapacidad gubernamental con incapacidad moral.
La inmoralidad que se puede presumir la encontramos en el entorno del presidente. No hay, hasta el momento, evidencia palmaria de la participación directa del presidente en los actos delictivos imputados, por ejemplo, a dos de sus sobrinos o a su ex secretario de Palacio.
El presidente Castillo no va a hacer ningún “cambio de rumbo radical”, como cree, ingenuamente, el arzobispo de Huancayo, monseñor Pedro Barreto.
Castillo hace cambios cuando está presionado por las circunstancias. Él mismo, sin embargo, no va a cambiar. Y las circunstancias lo seguirán empujando, porque ese es el resultado de su incapacidad para gobernar.
Las luchas por cotas de poder continuarán. Y continuarán el cuoteo político, los toma y daca con congresistas y el pulseo con Vladimir Cerrón y Perú Libre.
El periodismo seguirá descubriendo algunos de los entuertos de esta dinámica. Y el Gobierno y sus aliados proseguirán, por tanto, sus ataques y hostilidades contra la prensa.
Podemos soñar con el paraíso en el que todos se entiendan. Más fructífero será, sin embargo, armarse contra el infierno al que poco a poco llegaremos.