Santiago Pedraglio

Es inadecuado centrar de manera unilateral la responsabilidad de los que ocurren hoy en el país en las llamadas “prácticas ancestrales” de las comunidades campesinas, cuando se sabe que fenómenos similares se están manifestando en Brasil, Colombia, Bolivia e incluso Paraguay. Sin embargo, así lo está haciendo el Gobierno.

En el los incendios se han presentado en 20 regiones y hasta hace dos días se había confirmado la muerte de 20 personas. El presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, declaró tener “información cierta de que todos estos incendios forestales tienen origen humano, obedecen a una vieja práctica ancestral” (Infobae, 15/9/24). Y sí, hay indicios para suponer que estas prácticas se producen, pero no son la causa de “todos” los incendios y, además, no son irracionales: obedecen a la necesidad de rotación de las áreas de cultivos en ecosistemas muy frágiles (Ana Araujo, La Mula, 18/9/24).

Como dice el abogado experto en desarrollo ambiental Mariano Castro (Al Filo, 17/9/24), existe una correlación entre territorios deforestados y zonas de incendio. La pregunta es, por lo tanto, cuáles son las razones de la deforestación. Además de la deforestación causada por la agricultura de subsistencia, dice el especialista, hay deforestación por acción de las economías ilegales –narcotráfico, minería ilegal y tala– y por otras maneras de impulso depredador de la agricultura. Considera que la Ley 31972, llamada ley antiforestal, de enero del 2024, alienta la legalización de la posesión ilegal del suelo y se convierte en un incentivo para deforestar.

El alza de la temperatura y las sequías no han hecho sino amplificar los factores que alimentan la voracidad de los incendios. La amazónica, en todo el continente, hoy es menos húmeda. De hecho, el Gobierno Brasileño ha pedido apoyo internacional para enfrentar la catástrofe, que en buena medida se debe a que la región enfrenta la mayor sequía sufrida en décadas.

En el Perú se requiere que el Gobierno asuma la complejidad de las causas del problema. Es un error simplificar la gravedad de la situación señalando responsables “únicos”. Urge que el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego lidere políticas multisectoriales; que se escuche a los gobernadores regionales; que la emergencia ambiental no concluya con el esforzado control del fuego, sino, como indica Mariano Castro, remediando los efectos provocados por los incendios. También la gestión integral del riesgo tiene que mejorar, desplegando una política de adaptación que tome en cuenta las nuevas condiciones climáticas de la selva amazónica.




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Santiago Pedraglio es Sociólogo