“Para recobrar la aprobación perdida, el presidente debe tener estrategias y mensajes claros en las áreas que más preocupan a los peruanos”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Para recobrar la aprobación perdida, el presidente debe tener estrategias y mensajes claros en las áreas que más preocupan a los peruanos”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
Ignazio De Ferrari

En el presidencialismo latinoamericano –en particular en la era pospartidos– existe una regla de oro: más vale ser popular. Los presidentes con altos niveles de aprobación pueden pasar con más facilidad sus agendas de reformas, son menos vulnerables a los ataques de la oposición y, en algunos casos, logran incluso escapar a los escándalos. La diferencia que existe entre un presidente popular y uno impopular es la que separa el cielo del infierno.

En el Perú esto lo entendemos muy bien. La historia de los últimos tres lustros es una de presidentes que se debilitan muy rápidamente. A un año de iniciar su mandato, ha perdido 27 puntos de aprobación –ha caído de 61% a , según Ipsos–. Sin embargo, no es una excepción. Alejandro Toledo perdió alrededor de 37 puntos en sus primeros 12 meses, Alan García 31 y Ollanta Humala 15. Pese a gobernar en un contexto de deterioro económico –algo que no experimentaron los últimos dos presidentes en su primer año– y enfrentar un Congreso controlado por la oposición fujimorista –también inédito– los números de Kuczynski están en el promedio de sus tres antecesores.

En el resto de la región, los presidentes también se debilitan considerablemente en su primer año. Según data del proyecto Executive approval que consolida cifras de aprobación presidencial a nivel mensual, los presidentes latinoamericanos pierden en promedio 7,6 puntos porcentuales en sus primeros 12 meses –caen de 54,7% a 47,1%–. Si bien en promedio el deterioro no es tan pronunciado como en el Perú, desde 1980 diez presidentes en la región han perdido más puntos porcentuales de aprobación en su primer año que Kuczynski. Otros diez presidentes han perdido entre 20 y 27 puntos. Incluso en el contexto regional, Kuczynski no es una rareza.

¿Pero cómo se explica la rápida caída en la popularidad de los presidentes latinoamericanos? Un tema que parece ser común a toda la región es el de las expectativas inalcanzables. Cuando regresó la democracia en la década de 1980 se esperaba una “democracia con la que se come, con la que se cura y con la que se educa”, en palabras del presidente argentino Raúl Alfonsín. Más de 30 años después, esas expectativas siguen intactas y se refuerzan con el inicio de cada gestión gubernamental. El problema es que gobernar siempre es más difícil de lo que parece.

Al margen de las expectativas contenidas, dos fenómenos adicionales se repiten con diferentes intensidades en la región: el ocaso de los partidos políticos y la minoría legislativa. Los presidentes que, como Kuczynski, pertenecen a movimientos personalistas que carecen de estructura e identidad partidaria sólidas pierden en promedio diez puntos de aprobación en su primer año. Los que pertenecen a partidos establecidos pierden poco más de seis. En otras palabras, los votantes no abandonan con igual facilidad las lealtades construidas en el tiempo con los partidos de toda la vida. De manera similar, la mayoría legislativa permite a los presidentes que la gozan avanzar con más agilidad en su programa. Al cabo de un año, los presidentes que gobiernan en mayoría tienen alrededor de tres puntos más de aprobación que los presidentes en minoría legislativa.

La debilidad de los presidentes latinoamericanos a un año de asumir el gobierno también está explicada por el origen del mandato electoral. En promedio, los presidentes ganan con el 44,6% en la primera vuelta. Kuczynski solo obtuvo 21,1% en la primera ronda. Para ganar en segunda tuvo que hacerlo con casi 30% de votos prestados. La data muestra que los presidentes que ganan con más votos en primera vuelta son también más populares un año después, pues su núcleo propio de votantes es más sólido. Los presidentes que ganan con 25% o menos caen en promedio 14 puntos en su primer año.

La buena noticia para Kuczynski es que en la región existen ejemplos de presidentes que, pese a estar en minoría en el Congreso y no contar con grandes aparatos partidarios, recuperaron niveles razonables de popularidad tras un primer año difícil. Para recobrar la aprobación perdida, el presidente debe tener estrategias y mensajes claros en las áreas que más preocupan a los peruanos y en las que, en teoría, deberían estar las fortalezas de este gobierno: la inseguridad, la lucha anticorrupción y la economía. Los avances en estos frentes deben venir acompañados de un manejo menos errático de la relación con el fujimorismo. El mensaje presidencial de hoy debería empezar a esclarecer si el primer año habrá sido solo un bache, o será la tónica que marcará a este gobierno.

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