La mayoría de los medios estadounidenses criticó la cumbre por la democracia del presidente estadounidense Joe Biden por haber invitado a algunos países que no deberían haber estado allí y excluir erróneamente a otros. Pero creo que muchos de mis colegas se equivocaron al poner el énfasis en estos posibles errores en lugar de enfocarse en el problema de fondo.
La cumbre virtual del 9 y 10 de diciembre de Biden merece un aplauso porque ayudó a llamar la atención sobre el hecho de que la democracia está perdiendo terreno rápidamente en todo el mundo, incluso en Estados Unidos.
China y Rusia están exportando sus avances tecnológicos en reconocimiento facial y censura de Internet, y los aspirantes a autócratas en América Latina, África y Asia los están comprando felices de la vida.
Rusia continúa difundiendo campañas de noticias falsas para debilitar la confianza en las instituciones en países democráticos y polarizar aun más nuestras sociedades, como lo hemos visto en la campaña presidencial de Estados Unidos en el 2016.
Y China ha lanzado una ofensiva propagandística alegando que su dictadura de partido único es más eficaz para reducir la pobreza y combatir el COVID-19 que las democracias occidentales.
Muchos analistas estadounidenses criticaron esta cumbre señalando que Pakistán, Filipinas y Polonia, entre otros, no deberían haber sido invitados porque no son países completamente libres.
Otros criticaron la exclusión de El Salvador, Honduras y Guatemala, alegando que no invitarlos puede empujarlos a los brazos de China y Rusia (Cuba, Venezuela y Nicaragua, con buen criterio, no fueron invitados).
Pero, al margen de quién fue invitado a la cita, lo que es mucho más importante es que, como dijo Biden en la cumbre, las democracias están enfrentando “desafíos alarmantes”.
Según el ránking de las democracias mundiales de Freedom House, un grupo estadounidense de defensa de la democracia, 73 países sufrieron una disminución en las libertades democráticas el año pasado, mientras que solo 28 países registraron avances.
El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA) dice en su informe del 2021 que “el número de países que experimentan un ‘retroceso democrático’ nunca ha sido tan alto como en la última década”. Y cita a Brasil, India y Estados Unidos como ejemplos.
La democracia estadounidense sufrió un duro golpe el año pasado cuando el expresidente Donald Trump se negó a reconocer los resultados de las elecciones de su país. Los esfuerzos de Trump por subvertir los resultados electorales y su éxito este año en colocar a seguidores incondicionales en agencias electorales estatales hacen temer que intentará robarse los comicios del 2024.
En la cumbre, Biden prometió US$424,4 millones para ayudar a los medios independientes, luchar contra la corrupción y dar ayuda tecnológica para defender las democracias. También durante la reunión, Panamá, Costa Rica y República Dominicana se comprometieron a fortalecer una alianza recién creada para fortalecer sus instituciones democráticas.
La Casa Blanca anunció que el año próximo se llevará a cabo una nueva cumbre para darle seguimiento a esta y planear nuevas iniciativas.
Daniel Zovatto, jefe del departamento de América Latina del IDEA, me dijo que la cumbre de Biden fue una iniciativa “muy necesaria y oportuna”. Pero advirtió que la aparente ausencia de un plan de acción plantea dudas sobre si producirán resultados concretos.
Además, para ser eficaz, la cumbre de Biden se beneficiaría de compartir la organización de la próxima cumbre con otros países, agregó.
Dicho todo esto, Biden merece crédito por haber convocado esta cumbre y por haber llamado la atención mundial sobre la alarmante erosión de la democracia. Si los países democráticos no se defienden, las dictaduras y las autocracias digitales seguirán ganando terreno.
–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC
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