"La votación fue, pues, un rechazo a los partidos, pero particularmente a los que aparecen como los responsables del período que terminó con la disolución del Congreso".
"La votación fue, pues, un rechazo a los partidos, pero particularmente a los que aparecen como los responsables del período que terminó con la disolución del Congreso".

Quizá sea la votación del desgano de un electorado cansado, mortificado con los partidos, lo que ha producido este nuevo . Pero, como dirían los sabios, empecemos por el principio. Tenemos un nuevo de naturaleza fragmentada, pero con una particularidad: el partido más votado, Acción Popular (AP), solo saca la décima parte de los votos válidos y apenas supera en alrededor de 4% al último de los partidos que ingresan al Parlamento. No existe precedente histórico en el que el partido que recibe más votos obtiene un porcentaje extremadamente bajo. Esto ha provocado que más partidos de los esperados superen el umbral –o valla electoral–, y se produzca una alta fragmentación. En otras palabras, nueve se distribuyen los votos en porcentajes mínimos. Distinta es, producto del sistema electoral, la distribución de escaños, que parece uno de esos espejos que agrandan la figura. Por ejemplo, AP solo consiguió el 10% de los votos, pero tendría 25 escaños, lo que representaría el 19% de las curules del Parlamento.

Los bajos porcentajes están asociados al pobre menú de la oferta política, a la circunstancia de que se celebró una elección parlamentaria que no estuvo acompañada de una presidencial –que “jalase” votos para la primera– y, finalmente, al voto preferencial doble opcional que multiplicaba la oferta y desaparecía los contornos programáticos y de propuestas de los partidos. Asimismo, la prohibición de comprar espacios en radio y televisión perjudicó a los partidos que podían recibir recursos económicos y benefició a los que tenían algún nivel organizativo. Fue una forma de emparejar la cancha, que antes el dinero podía desbalancear. Por eso, muchos cascarones se quedaron en el camino. En una sociedad que desde hace años no solo se apartaba, sino que repudiaba a los partidos, la volatilidad electoral creció, al igual que las irrupciones sorprendentes de organizaciones y candidatos que, en muchos casos, tuvieron corta vida.

La votación fue, pues, un rechazo a los partidos, pero particularmente a los que aparecen como los responsables del período que terminó con la disolución del Congreso. Por esto, la baja votación de Fuerza Popular, que pasaría, en cuatro años, de conseguir 73 congresistas a quedarse solo con 12. Obtener la sexta parte de sus escaños anteriores es un dato demoledor de un resultado adverso. De la misma manera, corrieron con mayor castigo, pues no obtuvieron ningún congresista, el Apra, Solidaridad Nacional y Contigo, en cuyas listas se mantuvieron congresistas del Parlamento disuelto. La percepción de menor responsabilidad se observa en la votación de AP, Alianza para el Progreso (APP) y el Frente Amplio y, cuyo antecedente próximo, en el caso de los dos primeros, son los resultados de las elecciones regionales y municipales del 2018, en los que obtuvieron el mayor número de autoridades electas. El castigo se observa también a través de la reelección parlamentaria. De los 19 congresistas que se presentaron, solo cuatro salieron elegidos: dos del Partido Morado y dos de Fuerza Popular. Pero, en el caso del fujimorismo, de un total de seis postulantes. Tampoco consiguieron la reelección cuatro de Solidaridad Nacional, tres de Contigo, uno del Apra, entre otros.

En los casos del y de Unión por el Perú (UPP), sin representación parlamentaria en el 2016, no se trata de organizaciones nuevas. Por el contrario, han participado en varios procesos electorales anteriores. En el caso del primero, ya desde los 80 su actividad desde los arenales de Villa El Salvador era conocida y ha conseguido expandir su organización con la adhesión de fieles en otras provincias, así ha generado apoyo entre los sectores populares. En el caso de UPP, si bien se trata de un vientre de alquiler, el etnocacerismo, alrededor de la red de reservistas y con su discurso populista radical (pena de muerte, en contra de la migración venezolana), ha posibilitado la irrupción de esta organización que con el 7% despierta temores, pero que, por ahora, es, como otras del mismo tamaño, pequeña. Otro es el caso de Podemos, al que es imposible evaluar sin el factor Daniel Urresti. Sin él, una locomotora, quizá hubiera corrido otra suerte. Suerte que el Partido Morado no ha tenido, pues su desempeño ha sido mejor en Lima que en las regiones. En suma, un Parlamento creado sin entusiasmos, sin adhesiones firmes, que dice poco del horizonte del 2021.

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