Fernando del Rincón, periodista de la cadena internacional CNN, hizo una entrevista al presidente Pedro Castillo. Esta fue transmitida al mundo el lunes 24 y el martes 25 de enero, dejando a los peruanos consternados ante la indigencia conceptual y la evasiva malicia del presidente.
Creemos que las respuestas del presidente Castillo ante las preguntas de Fernando del Rincón, que crisparon a los peruanos, fueron música para los oídos de cierta izquierda radical latinoamericana. Esto, porque las evasivas, las generalidades intencionales, las inexactitudes deliberadas y los temores a ser franco ante determinadas situaciones internacionales, han sido una toma de posición ideológica tal vez involuntaria, no únicamente del presidente, sino del gobierno que actualmente lleva al Perú por un derrotero fatal.
En el corazón de esa ideología, se encuentra proponer el cambio de la Constitución de 1993 en la dirección ya efectuada por los gobiernos de Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua, así como en la Constitución que está siendo redactada en Chile. En todas ellas, se crean Congresos plurinacionales, se disminuyen las libertades económicas, se limitan las concesiones nacionales y extranjeras frente a los pueblos originarios, estableciéndose un régimen de representación según los mismos, amén de un ambientalismo sin límites que cumple el mismo propósito de limitar la libertad económica a criterio del Estado.
El ideario de Perú Libre contiene el proyecto de reforma constitucional sobre el cual insiste Pedro Castillo y afirma que “sus parámetros” de reforma constitucional “han sido tomados de la experiencia gubernamental de la República Plurinacional de Bolivia y de la República del Ecuador” para implantar un “modelo social económico comunitario productivo” y un “modelo de revolución ciudadana”, cosa que en un texto que cita sin disimulo a Marx y Lenin no es ni más ni menos que una impostada propuesta para una revolución marxista-leninista.
Preguntado Pedro Castillo sobre su proyecto de una nueva Constitución, señaló que la nuestra “es de la década de 1993″, insinuando que no corresponde al mundo de hoy. Claro, la Constitución de 1993 es liberal y no socialista, cosa que le molesta a Pedro Castillo y que nada tiene que ver con el paso del tiempo. El argumento presidencial es refutado por la Constitución de los Estados Unidos de 1787, la de los Países Bajos de 1848 y la de Japón de 1946, todas bastante más antiguas que la peruana, solo por citar tres ejemplos constitucionales de naciones exitosas.
Muy importante fue la respuesta a Fernando del Rincón diciéndole que la nueva Constitución debía hacer una “verdadera descentralización”, lo que no es otra cosa que proponer el plurinacionalismo boliviano, que establece regímenes de “asimetría constitucional” entre las comunidades étnicas del país, anulando el concepto unitario de nación. Esta ideología boliviana nos lleva directamente al fallido Runasur, a las declaraciones presidenciales de menoscabo de las fronteras nacionales y a su propuesta de “mar para Bolivia”.
¿Por qué se le permitió a Evo Morales convocar la reunión del Runasur en el Cusco, ciudad simbólica del sur peruano, afirmando que ese evento buscaba “la reconstitución de la América plurinacional de nuestros ancestros”? ¿Por qué Pedro Castillo cedió el liderazgo al expresidente boliviano? ¿En qué consiste esa reconstitución? ¿Se estará pensando en una salida al mar para Bolivia sobre fundamentos “plurinacionales”? Queda claro que todas estas propuestas, de ser intentadas, serían ilegales a la luz de la Constitución de 1993, pero no podemos dejar de preguntarnos sobre las verdaderas intenciones parapetadas detrás de la escasa elocuencia presidencial.
También reveladoras fueron sus evasivas al ser preguntado sobre Guaidó, la dictadura venezolana y el Grupo de Lima. Dijo que “cada país es autónomo” y que él no tomaba partido alguno, concepto de autodeterminación que esgrimen Rusia, China e Irán en sus relaciones internacionales para apoyar a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Tampoco le dijo la verdad a Fernando del Rincón sobre eso, pues el 16 de octubre del 2021, Pedro Castillo tomó partido por Maduro, restableciendo relaciones diplomáticas con la dictadura de Caracas y renegando de la posición peruana que reconocía hasta entonces a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, con lo cual, en los hechos, el Perú terminó su compromiso con el Grupo de Lima.
Preguntado si Cuba era una dictadura, el presidente Castillo trastabilló un instante y reiteró el concepto anterior: “habrá que preguntarles a los cubanos”, dijo. Encubriendo al castrismo, al sandinismo y al socialismo venezolano, el jefe del Estado fue consecuente con su ideología. Los aplausos en La Habana, Caracas y Managua deben de haber sido atronadores.
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