Este año se celebran 50 años de “Lima la Horrible” de Sebastián Salazar Bondy (SSB). Brillante ensayo que desvistió el mito colonial en Lima y propuso una aproximación sin mentiras a la realidad urbana de mediados del siglo pasado.
Lima tenía 2 millones de habitantes. Empezaba el irreversible proceso de mestizaje urbano que no encontró una clase dirigente o académica –salvo excepciones– que avizorara ese fenómeno. SSB lo presiente y trata con respeto a las nacientes barriadas en las que habitaban casi 500 mil personas.
“Las barriadas populares chorrean paralelas al río desde los cerros eriazos y melancólicos y cercan por otros puntos la urbe”. Ya había empezado el éxodo del campo a la ciudad en los años 50 y 60. Pero nadie imaginaba que esos migrantes llegarían a construir una ciudad a espaldas del Estado, paralela a la Lima oficial.
Lima territorialmente negaba su condición de ciudad del desierto. Dice SSB: “No supieron los limeños encontrar una arquitectura con la substancia propia del asiento, como lo habían hallado los habitantes prehispánicos. Prefirieron remedar los modelos que en las pupilas traían los inmigrantes [europeos]”.
El día de hoy Lima continúa ignorando esa condición y dilapida sus escasos recursos naturales. Destruye sus tres valles, contamina ríos y mar y desperdicia el agua. SSB es inmisericorde con la Ciudad de los Reyes de los 60, que no tiene un planteamiento de evolución propio en el ingreso a la modernidad. “De la ciudad rectilínea, exaltante de aderezos hemos venido a parar en una ciudad moderna con idéntica planta geométrica pero sin los rizos”.
La Lima de SSB se extiende desde La Punta hasta el Morro Solar, La Victoria, Breña, Lince y más cerca al mar San Isidro, Miraflores, Monterrico teniendo como centro el cerro San Cristóbal y estaba refugiada en guetos residenciales como el Miraflores de “La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa. Crecía formalmente con la interminable adición de barrios que devoraban todas las haciendas, sembrándolas de cemento, hasta dejar hoy en 10% la extensión de áreas agrícolas.
Existía la cultura del barrio, el colegio, el auto y el club con una significativa clase media que consumía estereotipos, igual que las clases altas. Sin embargo, de otro lado, la cultura andina del ayni, la minka y la autoayuda prosperaba en los barrios populares. Lima empezaba a configurarse como una ciudad marginalizante.
La Lima de hoy ya no es más la de la nostalgia del pasado. Sin quererlo, el libro de SSB marca un antes y un después en la historia contemporánea de la capital.
A partir de los 60, Lima recorrió el último medio siglo un camino de emprendimiento, mestizaje y construcción popular indetenible, hasta los 10 millones de habitantes, pero sin presencia del Estado y sin una sólida construcción ideológica que orientara todo ese potencial. Por lo cual, la ciudad ha crecido simplemente impulsada por la necesidad y el mercado. Hoy día esa forma de hacer ciudad tocó fondo. ¿Lo comprenderán nuestras autoridades?